Cuando ya casi me resignaba a que no iba a tener con qué responder a la invitación de Sabri Ferrarese para escribir sobre los 15 años de este diario digital, mi hija mayor, Cami, me mandó un dibujo que hizo en 2008, cuando tenía 10 años.

Allí se ve, de espaldas, a un muchacho sin pelo frente a una computadora, que está sobre un escritorio de madera con cajoneras de ambos lados, como el que yo tenía en esa época en la casa en la que que vivíamos en barrio Parque. Hay un teléfono, una radio seguramente sintonizada en Radio 2 y un televisor puesto en Canal 3. Sobre la pared, el viejo logo pensado por Pablo Franza, el del puntito que simulaba ser uno de los que marcan la presencia de una gran ciudad en un mapa, y la dirección que se convirtió en paso obligado para quienes quieren informarse sobre lo que pasa en este lugar que habitamos: www.rosario3.com. Ah, también hay una ventana, porque Camila sabía bien –y lo sabe mucho más hoy, a los 23 años– que para entender lo que nos pasa adentro hay que poder mirar hacia afuera.

Cami tenía 8 años cuando, a fines de diciembre de 2005, Luis Novaresio me llamó por teléfono y me invitó a una reunión con Alberto Gollan. Al día siguiente me comentaron que planeaban convertir la marca Rosario3.com, que ya funcionaba como página web de Televisión Litoral, en un diario digital y me propusieron que armara el proyecto. Sara y Ema, mis otras hijas, tenían dos años. 

Contesté que sí, que para febrero iba a presentar el proyecto. A los pocos días nos fuimos de vacaciones con mi familia a Nono, en Traslasierra. Antes de viajar me compré los pocos libros que pude conseguir sobre periodismo digital, un campo en el que no tenía experiencia alguna, pues hasta ese momento solo había trabajado en diarios impresos. Me pasé esos días en Córdoba y los posteriores leyendo –los libros y sobre todo los blogs especializados que, en realidad, tenían mucha mejor data y más actualizada–, viendo diarios digitales, visitando sus redacciones, hablando con colegas que ya estaban en ese palo y escribiendo. Mis hijas y Julia, mi compañera de entonces, me tuvieron una paciencia infinita.

En febrero fui con el proyecto a Televisión LiItoral y en marzo de 2006 empecé a trabajar. Enseguida llamé a Fernanda Blasco y, mientras Ignacio Méndez y Marcos Quaranta ponían el foco en los temas técnicos y logísticos, con ella diseñamos la Redacción, y empezamos a buscar el equipo, el corazón de cualquier emprendimiento periodístico.

Virginia Giacosa, Ricardo Robins, Lisandro Machain, Javier Di Nápoli, Claudia Bonato fue la primera formación con la que salimos a la cancha, el 20 de julio, Día del Amigo. Con el tiempo se sumaron Sabrina Ferrarese, Guillermo Ghergo, Rocío Baró, Lalo Falcioni, Maricel Bargeri, Alan Monzón, Feni Rubio, Pablo Montenegro, Hernán Funes, Soledad Massin, Agustín Lago, Ezequiel Clerici. 

Rosario3 fue tomando forma. Diversas formas. Se tuvo que adaptar a los cambios, a la necesidad que impone el periodismo digital de estar en evolución permanente, y también a las entradas y salidas que se producían en su equipo.

Pero una cosa que mantuvo siempre es que funcionó como una familia. Aunque algunos hijos se fueran y otros llegaran. Si hay algo que ocurre en esa Redacción es que circulan el amor y la solidaridad. Eso sí o sí se refleja en el producto porque, entre muchas otras cosas, los medios de comunicación son muy claramente la gente que lo hace. 

El periodismo es un trabajo en equipo. El que no lo entienda puede escribir una nota brillante, o hacer un gran informe televisivo. Pero nunca un buen producto.

Hace un año dejé –nada es eterno, ni siquiera la lejanía– Rosario3 y comencé un nuevo desafío laboral. En mis últimos días allí, me desbordó el amor de mis compañeras y compañeros. Uno de ellos, que solo tenía 21 años cuando empezó y hoy es un periodista de la ostia, me dijo algo que me conmovió muy particularmente porque entendí que era un capital que yo también me llevaba: acá aprendí que se puede trabajar como si fuéramos una familia y ser a la vez muy rigurosos.

Ahora, ya desde afuera y con nuevos integrantes que se sumaron al staff de Rosario3, siento que eso se sostiene. O más, que crece, como si fuera un espíritu que recorre y recorrerá la trayectoria del medio. Es muy gratificante saber que lo que ayudamos a construir nos trasciende y marcha incontenible hacia adelante. Y que así seguirá siendo: las personas estamos de paso, es la ley de la vida.

Cuando hace más de un año les conté a mis hijas que iba a cambiar de trabajo, Sara, que entonces tenía 17 años, quedó perpleja: ¿cómo que te vas a ir de Rosario3 si es tuyo?, me dijo.

Claro, la entiendo a Sara, uno en realidad, aunque se vaya de casa, nunca deja a su familia. Felices 15 años, Rosario3. Y a quienes lo hicieron y lo hacen, a quienes todos los días desde las 6 de la mañana a las 12 de la noche le dan forma y contenido, sepan que tienen por siempre mi amor y agradecimiento.