Catalina Aquino, la mujer asesinada este miércoles en su casa de barrio Santa Lucía, ya había sido víctima colateral de la violencia callejera hace tres años, cuando le pegaron un tiro en el abdomen durante una pelea entre sus hijos con un criminal de peso: Claudio “Morocho” Mansilla, el último recapturado de la fuga de la cárcel de Piñero de junio de 2021, según se ventiló en causas judiciales. Su asesinato, es apenas un eslabón dentro de una cadena de venganzas "sin código".

“Alguna vez se la iban a pegar”, dijo un investigador que le suele seguir los pasos a uno de los hijos de Catalina, Fabio Alejandro Giménez, un preso en la cárcel de Coronda con múltiples acusaciones por extorsiones y por mandar a matar gente con un teléfono desde su celda.

Ocurre que, en la dinámica actual de la economía del delito, los asesinatos de familiares o allegados a personas que mantienen broncas con grupos antagónicos se convirtieron en moneda corriente. Las venganzas “dolor por dolor” retroalimentan el espiral de violencia, hacen estallar las estadísticas de homicidios y rompen todo código de “no meterse con la familia”.

A Aquino ya la habían baleado el 8 de agosto de 2019, mientras lavaba la ropa en su casa de Provincia de Misiones al 2100. El miércoles, también la agarraron desprevenida. La mataron mientras tomaba mate con su pareja, Carmelo, quien se encuentra internado en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) ya que también fue víctima de los balazos que rompen códigos.

Por ese ataque de hace tres años, Alfredo Eduardo “Edu” Salva Celiz firmó un acuerdo abreviado a siete años de prisión. Salva Celiz es un soldadito de la denominada asociación ilícita del Morocho Mansilla, enfrentado a los Giménez en Santa Lucía. Otros dos acusados aguardan un juicio oral.

La propia madre de Giménez también fue víctima de esta cadena de violencia. Y a su vez, tres días después de su ataque, hubo vuelto. Fue en el Pasaje Seren al 7700, cerca de barrio 7 de Septiembre. La lluvia de balas contra una vivienda donde se aguantaba Edu Salva Celiz y Carlos “Carita” Gómez (otrosoldado del Morocho), terminó con la vida de Jazmín Sol Delgado, novia de uno de los involucrados en la disputa.

La represalia siguiente fue el 19 de noviembre en Estudiante Aguilar al 7500, donde vivía Sergio Birri, un hombre de 55 que pagó con su vida el hecho de ser cuñado de los rivales del Morocho.

El 24 de ese mes fue asesinado Rubén Giménez mientras jugaba un partido de fútbol en Pujato al 8000, barrio Hostal del Sol. Este hombre era hijo de Catalina Aquino.