.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . SAPOS O CIUDADANOS…?
La Naturaleza nos brinda permanentemente la posibilidad de observar ejemplos que tienen su correlato en la vida de los Seres Humanos… en sus conductas e inconductas…
Existe un experimento que expone palmariamente la capacidad de adaptación fisiológica de algunos seres vivientes a situaciones extremadamente adversas.
Es el caso del sapo, al cual si se lo sumerge en agua y lentamente se la va calentando, el animal permanece impávido a medida que el agua va levantando temperatura… claro, su poder de adaptación es tal, que a los minutos el agua llega a temperatura de hervor y el batracio paga con su propia vida semejante poder de adaptación a circunstancias adversas… hostiles para su Ser… hasta mortales…
Lo mencionado debiera hacernos reflexionar si como sociedad no estamos, progresivamente, adaptándonos -como si fuéramos una comunidad de sapos- a situaciones y realidades sociales aberrantes, equivalentes a “una llama que nos va calentando el agua” y vamos poniendo a funcionar –consciente o inconscientemente- nuestra capacidad de no percibir el peligro potencial que acecha nuestras vidas.
Da la impresión de que lentamente vamos sufriendo de una anestesia deletérea que nos hace incorporar como “parte del paisaje cotidiano” hechos y circunstancias que nos van progresivamente desmembrando como sociedad y que debiera llevarnos a reflexionar sobre… cuándo llegará el punto de hervor…?
Los graves hechos de corrupción a los que asistimos a diario, el enriquecimiento desmedido y claramente injustificable de algunos pocos (muchos de ellos funcionarios públicos de alto rango, sindicalistas o empresarios amigos del poder) y como cruel contrapartida, las carencias básicas crónicas de muchos conciudadanos; la trampa permanente (fraudes, carpetazos, aprietes, operaciones, etc.); la prepotencia diaria y mesiánica; la cooptación de voluntades a fuerza de chequera; la ceguera voluntaria e indisimulable de muchos funcionarios judiciales, quienes debieran velar por el interés de las mayorías y no amparar a las elites de poderosos, como hacen. el “todo vale” para perpetuarse en el poder (político y sindical); la ausencia de tolerancia democrática; la violación permanente de la Constitución Nacional y las leyes; el hecho de denostar a quien piensa diferente y hasta al propio Papa Francisco apenas fue entronizado como jefe de la Iglesia Católica y la posterior genuflexión de los mismos que intentaron hipócritamente ligarlo a la Dictadura Militar, cuando tomaron conciencia de que una foto con Francisco daba redito político y votos… En fin… habría un sinnúmero de ejemplos más que podríamos citar –que todos conocemos y toleramos mansamente como sociedad- que constituyen “el agua” en que nos han sumergido como pueblo en los últimos años…
Basta con encender el televisor y hacer zapping para darnos cuenta que en todos los canales de noticias se nos muestra, casi como una perversa y ponzoñosa rutina, la violencia (callejera y armada, como también verbal en los propios set televisivos), las muertes diarias, los robos, el avance sin precedentes de la producción, consumo y tráfico de drogas, y hasta el auge de programas –en horarios centrales- cuyos contenidos se centran en “casos policiales”, como un aporte adicional a que nuestras cabezas absorban como esponjas y naturalicemos el hecho de que las más diversas atrocidades humanas ya son parte de nuestra sociedad. Dudo que lo mencionado esté motivado solo por la voracidad por el rating… creo en cambio que se trata de un accionar perfectamente pergeñado por algunos, en el afán de que ante tamaña vorágine de calamidades, los ciudadanos se saturen y que dicha saturación oficie de anestésico para que a nadie se le ocurra tratar de descifrar los orígenes y los responsables de tamaña decadencia como sociedad.
Deseo fervientemente que en nuestra querida Argentina recuperemos la cordura, la solidaridad, la paz, la convivencia como pueblo democrático en serio, la dignidad que da el trabajo y el esfuerzo y no las prebendas clientelistas y desterremos definitivamente la aceptación de discursos vacíos, las promesas fáciles, la metodología feudal de gobernar, los relatos de que estamos en el mejor de los mundos… y finalmente exijamos y contribuyamos a combatir todo atisbo de corrupción, porque aunque no lo percibamos (o lo olvidemos rápidamente)… la corrupción mata…! Hoy lo ves en la tele y te parece lejano… pero si no somos capaces de reaccionar como sociedad y tener la dignidad como ciudadanos de exigir un cambio, mañana lo sufrirás en tu propia familia… y allí lo vas a sentir demasiado cerca… dolorosamente cerca…
Estamos dispuestos como sociedad a apagar la llama que nos está elevando la temperatura…? O vamos a aceptar mansamente que llegue al punto de hervor y terminemos como el pobre sapo…?
Dr. Guillermo L. Torres - 12-10-15