Día del Contador: el error fatal de dejar que la rentabilidad se escape por falta de planificación fiscal

Cómo dejar de ver al profesional como un costo y convertirlo en el socio clave y estratégico para interpretar beneficios y cuidar el flujo de caja

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Hoy, 17 de diciembre, el calendario nos marca una fecha que, en la vorágine diaria de la economía argentina, podría pasar como una simple formalidad gremial: el Día del Contador Público. Sin embargo, para quienes llevamos las riendas de un negocio, esta efeméride encierra una oportunidad de oro para replantear uno de los vínculos más críticos de nuestra estructura empresarial. Lejos de quedarnos en la anécdota histórica de Luca Pacioli y la partida doble, la coyuntura actual nos exige mirar al contador no como un mal necesario para cumplir con el fisco, sino como un socio estratégico indispensable en la toma de decisiones. En un país donde las reglas del juego cambian con la dirección del viento, contar con un profesional que tenga la "cintura" para interpretar la normativa y proyectar escenarios es la diferencia entre sobrevivir o quedar en el camino.

Es vital que comprendamos que la función contable ha mutado. Aquella imagen del profesional tapado de papeles, dedicado exclusivamente a la carga de datos y a la liquidación de impuestos, ha quedado obsoleta gracias a la tecnología. La automatización y la inteligencia artificial hoy resuelven la mecánica operativa, liberando al contador para lo que verdaderamente aporta valor: el análisis y la estrategia. Si todavía vemos los honorarios de nuestro estudio contable como un gasto administrativo y no como una inversión, estamos perdiendo dinero. Un buen asesoramiento nos permite transformar datos fríos en información gerencial clave para saber dónde ajustar costos, cuándo es el momento justo para stockearse o si es viable abrir esa nueva sucursal que tenemos en mente.

En el complejo laberinto tributario que nos toca transitar, la planificación fiscal se convierte en una herramienta de gestión que no podemos ignorar. Y no hablamos de evasión, sino de elusión inteligente: aprovechar los regímenes de promoción, los beneficios Pyme y las estructuras legales que permiten optimizar la carga impositiva dentro de la ley. Un contador proactivo no espera a que le llevemos las facturas a fin de mes; se anticipa, analiza nuestro flujo de caja y nos sugiere cómo diferir pagos o cómo calzar operaciones para mejorar la posición financiera. Esa visión prospectiva es la que cuida la rentabilidad del negocio y evita que las ganancias se diluyan en ineficiencias fiscales que, por desconocimiento, solemos asumir como costos fijos.

A su vez, la transparencia de nuestros números es la carta de presentación más potente ante el mercado financiero. Muchas veces, excelentes proyectos se estancan por no tener sus "papeles en orden" o por presentar balances que no reflejan la realidad económica de la empresa. Un estado contable sólido y bien confeccionado es la llave maestra para el acceso al crédito. En un contexto donde el financiamiento es el combustible para crecer, la diferencia entre conseguir una tasa competitiva o tener que recurrir a financiamiento caro muchas veces radica en la prolijidad que transmite nuestra carpeta. Aquí el contador actúa como un validador de confianza ante los bancos, demostrando que somos sustentables y tenemos capacidad de repago.

No podemos dejar de lado el rol del contador en la gestión de riesgos y el compliance. En un mundo empresarial cada vez más regulado, el cumplimiento normativo blinda nuestra reputación corporativa. Evitar contingencias laborales, previsionales o impositivas no solo nos ahorra multas onerosas, sino que construye un activo intangible de seriedad y previsibilidad ante clientes y proveedores. La prolijidad administrativa es, a la larga, sinónimo de calidad institucional y mayor valor de mercado para nuestra compañía.

Este 17 de diciembre es el momento ideal para que invitemos a nuestro contador a la "mesa chica" de las decisiones. Dejemos de contactarlos solo cuando hay urgencias o vencimientos y empecemos a preguntarles qué ven en nuestros números que nosotros no estamos viendo. La economía moderna no perdona la improvisación y, aunque la intuición del emprendedor es vital, es la disciplina financiera la que sostiene el crecimiento. Celebrar esta profesión es, en definitiva, celebrar la profesionalización de nuestra propia gestión para jugar en las ligas mayores.

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