Rosario Central lo hizo de nuevo. Tal como en el torneo Inicial, con aquellos ya lejanos goles de Encina y Donatti. Esta vez, en un nublado y húmedo domingo de abril. Y en territorio ajeno, el Canalla volvió a ganar el clásico de la ciudad. Y por estas horas, las entrañas de la ciudad están invadidas de banderas y bocinazos centralistas.
Lo ganó sin dejar dudas. Logrando un triunfo irreprochable, tejido con sus mejores atributos de presión y salida rápida, y sellado con el ya inolvidable gol de Franco Niell a los dos minutos del segundo tiempo. Para sumar tres puntos gordos en su lucha por la permanencia pero, y sobre todo, para darle rienda suelta a un carnaval auriazul que ya recorre la Cuna de la Bandera.
Fue 1 a 0 para los de Russo, en 90 minutos de acción intensa y muchas emociones. En líneas generales, Rosario Central fue más. Sufrió algunos sobresaltos, pero antes y después del tanto de la victoria dio la sensación de ser superior a su rival. Supo bloquear los fatigados cerebros creativos de la Lepra y se predispuso para favorecer sus mejores recursos.
De hecho, así llegó al gol: intuitiva recuperación de Delgado en campo propio, slalom endiablado del lateral y pase profundo para el cohete Niell que con un remate bajo y cruzado, apenas iniciado el complemento, estampó el que sería el único grito de la tarde.
En el primer tiempo, Central tuvo las mejores ocasiones: un cabezazo de Abreu que Guzmán mandó al córner; otra tapada del 1 a Niell dentro del área chica y una última magistral intervención del Patón con el pecho ante un disparo de Méndez. De la Lepra, solo se contó un genial pase de Heinze a Muñoz, que cabeceó por arriba, y un par de intentos de Figueroa, el más inquieto de los futbolistas rojinegros.
El gol tempranero en el complemento le inyectó nerviosismo a la lentitud e imprecisión de Newell’s. Y Central pudo rematarlo a través de Carrizo, pero Guzmán mantuvo con vida a los de Berti con una atajada memorable. El DT local mandó a la cancha a Trezeguet y Tonso y el equipo pareció tener algo más de profundidad, pero solo fue un espasmo que le impidió merecer la igualdad. Con volantes cansados mentalmente y sin piernas, dependió de otras individualidades que no fueron suficientes para empardar las acciones.
Central se dedicó a morder, con Méndez y Domínguez siendo leones en el medio y Donatti y Berra sacando todo lo que pasaba cerca del área. En el final, con la inercia que provoca el paso del reloj, Newell’s acorraló a Central con un par de córners y hasta pudo haber igualado a través de Orzán, que mandó a las nubes un penal en movimiento.
Pero ya la historia estaba juzgada: Central volvió a quedarse con el partido de la ciudad, de manera merecida por su entrega y su aptitud para sacarle el jugo a sus armas. El festejo de los jugadores apiñados en el centro del campo del Coloso fue toda una imagen del pulso que por estos días tendrá Rosario: con la Academia celebrando el éxito más deseado. Y Newell’s, que se fue aplaudido por sus hinchas, debiendo disipar pronto la tristeza para llegar despejado al cruce del jueves con Atético Nacional.
Lo ganó sin dejar dudas. Logrando un triunfo irreprochable, tejido con sus mejores atributos de presión y salida rápida, y sellado con el ya inolvidable gol de Franco Niell a los dos minutos del segundo tiempo. Para sumar tres puntos gordos en su lucha por la permanencia pero, y sobre todo, para darle rienda suelta a un carnaval auriazul que ya recorre la Cuna de la Bandera.
Fue 1 a 0 para los de Russo, en 90 minutos de acción intensa y muchas emociones. En líneas generales, Rosario Central fue más. Sufrió algunos sobresaltos, pero antes y después del tanto de la victoria dio la sensación de ser superior a su rival. Supo bloquear los fatigados cerebros creativos de la Lepra y se predispuso para favorecer sus mejores recursos.
De hecho, así llegó al gol: intuitiva recuperación de Delgado en campo propio, slalom endiablado del lateral y pase profundo para el cohete Niell que con un remate bajo y cruzado, apenas iniciado el complemento, estampó el que sería el único grito de la tarde.
En el primer tiempo, Central tuvo las mejores ocasiones: un cabezazo de Abreu que Guzmán mandó al córner; otra tapada del 1 a Niell dentro del área chica y una última magistral intervención del Patón con el pecho ante un disparo de Méndez. De la Lepra, solo se contó un genial pase de Heinze a Muñoz, que cabeceó por arriba, y un par de intentos de Figueroa, el más inquieto de los futbolistas rojinegros.
El gol tempranero en el complemento le inyectó nerviosismo a la lentitud e imprecisión de Newell’s. Y Central pudo rematarlo a través de Carrizo, pero Guzmán mantuvo con vida a los de Berti con una atajada memorable. El DT local mandó a la cancha a Trezeguet y Tonso y el equipo pareció tener algo más de profundidad, pero solo fue un espasmo que le impidió merecer la igualdad. Con volantes cansados mentalmente y sin piernas, dependió de otras individualidades que no fueron suficientes para empardar las acciones.
Central se dedicó a morder, con Méndez y Domínguez siendo leones en el medio y Donatti y Berra sacando todo lo que pasaba cerca del área. En el final, con la inercia que provoca el paso del reloj, Newell’s acorraló a Central con un par de córners y hasta pudo haber igualado a través de Orzán, que mandó a las nubes un penal en movimiento.
Pero ya la historia estaba juzgada: Central volvió a quedarse con el partido de la ciudad, de manera merecida por su entrega y su aptitud para sacarle el jugo a sus armas. El festejo de los jugadores apiñados en el centro del campo del Coloso fue toda una imagen del pulso que por estos días tendrá Rosario: con la Academia celebrando el éxito más deseado. Y Newell’s, que se fue aplaudido por sus hinchas, debiendo disipar pronto la tristeza para llegar despejado al cruce del jueves con Atético Nacional.