Virginia Giacosa

Guillermo y Cecilia se conocieron en Rosario. Él recién llegaba de dar la vuelta al mundo en un barco de 42 pies y con su espíritu aventurero cautivó a la que hoy es su esposa, compañera de aventuras y madre de sus tres hijos, Inés, Martín y Tomás. Juntos decidieron embarcarse rumbo al Mediterráneo para vivir una travesía marítima que conjuga su pasión por el mar y por los veleros.

Hay quienes no comprenden lo que hacen Guillermo y Cecilia. Y son muchos los que creen que lo suyo se trata sólo de un viaje alrededor del mundo. Pero para ellos es algo más: una forma de vida. "Es la vida que queremos llevar. Disfrutamos de ser los dueños de nuestros tiempos junto con la naturaleza. Nosotros proponemos y el viento dispone", escribe Guillermo desde un rincón del mar en Mallorca.

Un amigo en común fue quién los presentó. Cecilia estaba estudiando Arquitectura en la universidad y Guillermo venía de viajar por todo el mundo en velero. Enseguida, y casi como si organizaran una salida al cine, la pareja decidió irse a trabajar a Europa a bordo de un velero. Saga, como lo conocen sus amigos, como capitán y Cecilia como chef. "Trabajamos muchos años juntos hasta que vinieron los hijos. Saga siguió navegando profesionalmente y ahora decidimos navegar en familia", cuenta a Rosario3.com, resuelta y muy natural, Cecilia.

En 2004 llego Inés, en 2005 Martín y en 2008 Tomás. Y recién en 2010 apareció el "Express Crusader". "Decimos que es el sexto integrante de la familia. Vino dispuesto a llevarnos a recorrer el mundo, descubrir cosas en conjunto y sobre todo descubrirnos a nosotros. Estamos abiertos a lo que nos toque", resumió Guillermo.

Partieron a bordo del "Express Crusader", un barco que tiene mucha historia. Es que Naomi James, la primera mujer en solitario que dio la vuelta al mundo sin escalas, lo hizo nada más y nada menos que en ese velero. Pero como esta viajera, Guillermo y Cecilia, salieron con la misma idea: disfrutar del camino. "Cuando uno comienza el viaje enseguida piensa cuándo y dónde llegará. Pero a bordo aprendimos que el viaje se disfruta más que el destino", aseguran.

Fue así que dejaron  atrás casa, auto, muebles, ropa y dinero para embarcarse en una vida que no conoce de relojes y a veces ni de billetes. Subsisten con lo que ganan y muchas veces el ahorro de ese dinero les permite pasar un buen tiempo sin trabajar. Aseguran que la vida en el agua es más liviana y se necesitan pocas cosas.

En junio de 2011 zarparon de Barcelona. Navegaron por las Islas Baleares, Serdenia, Málaga, Gran Canarias, Cabo Verde, Caribe, Azores, Cadiz y de vuelta al Mediterráneo y ahora están en Mallorca. "Es un sueño hecho realidad, poder compartir con nuestros hijos nuestras pasiones y nuestras convicciones. En este proyecto crecemos todos juntos", abundan.

Cada uno de los chicos encontró su lugar y sus tareas en el barco. "Inés es protectora por naturaleza. Ella cuida de todos. Martín es el ingeniero. Él aprieta botones, enchufa, sabe de aparatos tecnológicos más que nosotros. Y es el encargado de la potabilizadora de agua y de llenar las botellas para beber. Tomás es Don Cabo, juega con cabo que anda suelto y sabe de nudos. Claro, no siempre donde uno quiere por lo que a veces tenés que desatar cada galleta", cuenta Cecilia en una bitácora de viaje donde plasman los devaneos de esta experiencia contra viento y marea.

Los niños, que todavía están en edad escolar, llevan la educación a bordo. Hay días que mientras el padre hace las camas y pone ropa a lavar, la madre prepara el desayuno y los chicos ensayan sumas y restas y entrenan ortografía con un dictado. La experiencia de la vida en barco navega entre lo sui generis y lo laissez faire. Es por eso que los aprendizajes de los chicos no escapan a esas formas y a veces son mucho más informales y flexibles que los que se dictan en un aula. Y sobre todo: tienen mucho que ver con el mundo que los rodea. "El viaje también es parte de la educación de los chicos y en este tiempo han aprendido de la cultura árabe, africana, caribeña. De volcanes, de naturaleza en vivo y en directo", explica Guillermo.


Las millas y millas recorridas no fueron suficiente para alejarlos de la familia y los amigos que los siguen a través de sus relatos en el blog pero también los visitan. "Vienen a cada rato, cada vez que pueden y en todos los lugares donde estamos", dice Guillermo.

Confiesa que a tierra van bastante poco y que a la quietud del suelo prefieren, sin dudas, el fluir de las olas. "Si estamos cerca de una ciudad que vale la pena visitar nos acercamos", concluye. Y añade: "Si volvemos a una vida en tierra estará todo bien y nos llevaremos todo lo aprendido a bordo. Como se suele decir ´el saber no ocupa lugar´ y como en los barcos hay poco espacio, hemos recolectado conocimiento en lugar de cosas".