Fernanda Blasco
El día había amanecido nublado, pero pudimos disfrutar sin problemas de la playa. La tormenta que anunciaban los pronósticos llegó recién pasada la siesta. El cielo se oscureció y pronto comenzó a caer una lluvia gruesa, acompañada por un viento fuerte que soplaba desde el sur.
Con las mallas puestas, pero ante la certeza de que el panorama no daba para volver al mar, nos fuimos a tomar la leche al desayunador con vista al mar de la hostería en la que estamos parando, ubicada en 126 y playa. El deck, vidriado, mostraba cómo el viento enloquecía las olas. Se veía, a la distancia, cómo algunos corrían por la playa sin prestar atención al clima.
Eran casi las cinco en punto. Entonces llegó una luz blanca, y apenas dos segundos después, un ruido ensordecedor parecido a una explosión. El mortal rayo que esta tarde cayó en la costanera de Villa Gesell sorprendió a todos por su magnitud. Tan fuerte se sintió que llegamos a pensar que había caído en nuestro hotel.
El primer indicio de que algo raro sucedía fueron las numerosas camionetas de policía que llegaron a la zona. La confirmación llegó con las ambulancias que comenzaron a acercarse al balneario vecino, Afrika, ubicado en la 123 y costanera.
Era difícil acceder: la lluvia había transformado las calles en ríos y había que esperar un rato para que el agua fuera absorbida por la arena.
Un mensajito de un familiar cercano que también se hospedaba en la misma zona de Gesell nos despertó a la realidad: había heridos, incluso hablaban de muertos. Nadie lo podía creer. Mientras las imágenes de lo ocurrido copaban las redes sociales, el canal de noticias local mostraba por televisión lo imaginable. Pronto, la noticia llegaría a medios nacionales. La gente, en tanto, comenzaba a enterarse de lo que había ocurrido y comenzaba a salir a las calles para buscar algún consuelo en el diálogo con vecinos, intentando averiguar que había sucedido, intentando comprender lo incomprensible.