Dolor de cabeza, fatiga, falta de atención son algunas de las consecuencias que padecen quienes no desayunan, al menos no como corresponde. Pero también diabetes, colesterolemia e incluso obesidad, patologías más severas que se desarrollan al no jerarquizar la primera comida del día. Silvio Schraier, director de la carrera de médicos especialistas en nutrición de la Universidad de Buenos Aires y presidente de la Fundación Argentina de Nutrición, explicó la importancia de tomarse al menos diez minutos cada mañana y cortar con el ayuno de la noche. Hábito aún más relevante para los niños en edad escolar.
Consultado sobre el último estudio de la UBA, que develó que el 90 por ciento de los niños desayuna mal, Schraier explicó que tal cifra se sustenta en una costumbre mal tomada de los adultos. Robarle unos minutos más de sueño a la cama, salir a los apurones de casa, son actitudes que los más chicos copian de sus padres. Pero en su caso, las implicancias pueden ser más serias ya que el desayuno es esencial para el proceso de crecimiento.
Para el especialista es fácil darse cuenta quien desayunó y quién no: “El que tiene energía desayunó, el que está lento y torpe, ese no”.
“La excusa más habitual es la falta de tiempo, pero sólo necesito 10 minutos de mi tiempo. ¿A quién le hace algo 10 minutos menos de sueño?”, ponderó y comparó al alimento con el combustible: “Para que el cerebro arranque hay que llenar el tanque y cuando nos despertamos está vacío. Durante las horas en que dormimos nuestro cerebro sigue funcionando y consumiendo glucosa”.
En este punto, el especialista derribó un mito: la grasa no se convierte en glucosa. Entonces, los rollitos de más no son la excusa para obviar comidas.
¿El desayuno ideal? Una buena porción de lácteos. Para Schraier, tomar una colación lavada o un vaso de jugo no sirve de nada: hay que incorporar leche. Entonces, para arrancar el día una infusión con leche o directamente un vaso de leche, acompañada de unas rebanadas de pan con queso untable es lo más recomendable. Otra opción es un tazón de cereales con yogur y alguna fruta.
Simplemente, hay que seguir las palabras del profesional y desarrollar el saludable hábito del desayuno.
Consultado sobre el último estudio de la UBA, que develó que el 90 por ciento de los niños desayuna mal, Schraier explicó que tal cifra se sustenta en una costumbre mal tomada de los adultos. Robarle unos minutos más de sueño a la cama, salir a los apurones de casa, son actitudes que los más chicos copian de sus padres. Pero en su caso, las implicancias pueden ser más serias ya que el desayuno es esencial para el proceso de crecimiento.
Para el especialista es fácil darse cuenta quien desayunó y quién no: “El que tiene energía desayunó, el que está lento y torpe, ese no”.
“La excusa más habitual es la falta de tiempo, pero sólo necesito 10 minutos de mi tiempo. ¿A quién le hace algo 10 minutos menos de sueño?”, ponderó y comparó al alimento con el combustible: “Para que el cerebro arranque hay que llenar el tanque y cuando nos despertamos está vacío. Durante las horas en que dormimos nuestro cerebro sigue funcionando y consumiendo glucosa”.
En este punto, el especialista derribó un mito: la grasa no se convierte en glucosa. Entonces, los rollitos de más no son la excusa para obviar comidas.
¿El desayuno ideal? Una buena porción de lácteos. Para Schraier, tomar una colación lavada o un vaso de jugo no sirve de nada: hay que incorporar leche. Entonces, para arrancar el día una infusión con leche o directamente un vaso de leche, acompañada de unas rebanadas de pan con queso untable es lo más recomendable. Otra opción es un tazón de cereales con yogur y alguna fruta.
Simplemente, hay que seguir las palabras del profesional y desarrollar el saludable hábito del desayuno.