Un equipo de científicos argentinos se propone demostrar que una célula adulta puede convertirse en otra aplicando agentes químicos, sin necesidad de pasar por un estado embrionario. “La transformación directa de una célula adulta a otra involucra menos pasos genéticos y más pasos bioquímicos, lo que evitaría una mayor cantidad de errores genéticos que pueden, incluso, llevar al cáncer”, explicó el doctor Pablo Argibay, investigador del CONICET integrante del equipo.

La propuesta de los investigadores argentinos permite modificar una parte concreta de la célula, algo así como remodelar solo un piso del edificio, dejando el resto intacto. Por eso, la manipulación de la célula y el riesgo de la aparición de tumores es mucho menor.

La enfermedad elegida para probar el método fue la diabetes tipo 1, debido a que afecta a un solo tipo de células, las beta, y a que el grupo trabaja en terapias intensivas para la diabetes desde hace más de 20 años. “Nosotros hemos hecho el primer transplante de páncreas en la Argentina”, se enorgullece Argibay. Esta vez, el objetivo fue obtener células productoras de insulina a partir de fibroblastos (células de la piel) de pacientes diabéticos. 

La finalidad de este desafío es doble. Por un lado, permite armar una plataforma de células de pacientes diabéticos para probar drogas (drug screening) en busca de una terapia o cura. “No se puede tomar un pedacito del páncreas de un diabético. En cambio, tomar las células de la piel y transformarlas en células tipo beta pancreáticas en el laboratorio no implica un daño. Además, al ser sus propias células, las drogas actúan de una manera muy similar a la que actuarían en su cuerpo”, asegura Federico Pereyra-Bonnet, biólogo integrante del grupo.

Si bien los científicos se abocaron a la diabetes, el método puede utilizarse también para otras afecciones. “Estas células nos permiten atrapar la enfermedad en una caja de Petri”, enfatiza el investigador, en referencia al recipiente que usan los científicos para experimentar en el laboratorio. “Se pueden observar miles de drogas en una semana, con un costo bajísimo”. 

Por otro lado, la meta a largo plazo es desarrollar una terapia celular para diabéticos insulino-dependientes. Para eso, los científicos obtuvieron los fibroblastos de dos pacientes con diabetes y un donante sano, y los transformaron en células tipo pancreáticas. Luego, las transfirieron a 40 ratones diabetizados e inmunosuprimidos, de manera que no rechacen las células humanas. “Comenzamos hace poco, pero ya hemos detectado insulina humana en la sangre de algunos ratones”, adelanta Pereyra-Bonnet.

El equipo se completa con María Laura Gimeno, Marcelo Ielpi, Johana Cardozo y Mónica Loresi. Esta investigación les mereció el Gran Premio Innovar, otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación; y la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de Ginebra, Suiza. 

Para explicar el proceso de conversión de una célula adulta a otra, Pereyra-Bonnet comienza con una reflexión elocuente. “Si todas las células de nuestro cuerpo tienen el mismo núcleo, el mismo ADN, ¿por qué algunas son cardíacas; otras, neuronas; otras, piel…?”, se cuestiona, para enseguida revelar con la simpleza de quien indica que dos más dos son cuatro: “Porque en el corazón están prendidos los genes que dicen ‘soy célula cardíaca’ y están apagados los restantes. En la piel, están despiertos los que dicen ‘soy piel’, y apagados el resto”, ejemplifica.

La regulación más común es la metilación. Los grupos metilo, moléculas compuestas por un carbono y tres hidrógenos (CH3), son silenciadores genéticos. Su función es evitar que los genes se expresen. “Para transformar una célula de la piel en una célula del páncreas, hay que metilar los genes que dicen ‘soy piel’ y desmetilar los que dicen ‘soy páncreas’. Haciendo un reduccionismo extremo a la realidad, es tan sencillo como eso”, asevera el biólogo. 

La conversión se realiza en una placa de Petri, donde se deposita el fibroblasto junto con las drogas necesarias para que se transforme. Para obtener una célula beta, se deben agregar las mismas sustancias que están presentes en el embrión durante la formación del páncreas. Así, el equipo fue probando distintas drogas y dosis, y las elegidas fueron alrededor de 20. Una de ellas, por ejemplo, es la exendin-4, que desmetila el factor de transcripción Pdx1, cuya función es activar insulina.

Con respecto a la utilidad de esta posible terapia para pacientes con diabetes tipo 2, Argibay señala: “se aplicaría sólo en los casos en los cuales los fármacos que estimulan la producción de insulina ya no funcionan, es decir, que la persona necesite insulina para sobrevivir. En los casos iniciales no, porque la diabetes tipo 2 no empieza por un problema de déficit de insulina sino por una resistencia a la misma. Entonces esas células, de todas maneras, poco a poco se agotarían de producir insulina”.

El investigador se muestra positivo por los resultados obtenidos hasta el momento. “El hecho de que un solo animal haya producido insulina humana, indica que vamos bien. Todavía falta analizar los datos y probar en animales que nacen diabéticos, que es el siguiente paso para este año. Así que todavía hay un caminito bastante largo para mostrar que esto es capaz de controlar la diabetes”, advierte. 

Fuente: Agencia CTyS