La Justicia Italiana ha escuchado este jueves una grabación con la voz de Franca Jarach, desaparecida en un "vuelo de la muerte" durante la dictadura militar argentina y convertida así en testigo de su propio asesinato.

La prueba fue aportada por su madre, Vera Vigevani, a la II Corte de Apelación de Roma que ha reanudado el juicio en rebeldía contra los militares Jorge Eduardo Acosta, Alfredo Ignacio Astiz, Jorge Raúl Vildoza, Antonio Vañek y Héctor Antonio Fabrés. Los cinco están acusados del secuestro y la muerte de tres ciudadanos italianos: Angela Aietta Gullo, Giovanni Pegorato y su hija Susana.

Al igual que el resto de los testigos que hoy han declarado ante el tribunal y que no tienen relación directa con los hechos que se enjuician, Vera Vigevani, que pertenece al movimiento de las Madres de Mayo, ha contado el ambiente que se vivía en Argentina tras el golpe militar de marzo de 1976 y el clima de terror creado por la dictadura.

Para ello, narró el caso de la desaparición de su hija Franca, que fue secuestrada en Buenos Aires por unos hombres armados el 25 de junio de 1976 y trasladada a la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), algo que no supieron hasta muchos años después.

En los primeros momentos pensaron que podía tratarse de un secuestro para pedir un rescate por lo que pusieron una grabadora en el teléfono con la que pudieron registrar la única llamada que tuvieron de Franca a los quince días.

Esa es la grabación que ha podido escuchar el tribunal, en la que Franca asegura a su padre que está bien, que está detenida en un centro de la Policía y que no se preocupe, mientras él también la tranquiliza y le dice que la están buscando.

"Eso fue a los quince días. La esperamos durante años, pero mi hija duró menos de un mes", explicó Vera Vigevani, que trabajó durante cuarenta años como periodista de la agencia de noticias ANSA.

Vigevani, de origen judío, supo después por una mujer, que había estado con ella desde el principio, que Franca nunca estuvo en el centro de detención de la Policía, sino en el ESMA, desde donde fue llevada en un "vuelo de la muerte", en los que los detenidos eran arrojados vivos al mar.

La madre de Franca no sabe a ciencia cierta los motivos por la que se llevaron a su única hija, probablemente por haber estado en el movimiento estudiantil. Tampoco sabe si la torturaron, pero imagina que sí.

Sin embargo, lo peor para ella ahora es no haber tenido la posibilidad de un luto, porque "para los desaparecidos no hay tumba", algo que aprendió cuando a su abuelo lo exterminaron en el campo de concentración nazi de Auschwitz. Por ello, Vigevani sigue en el movimiento de las Madres de Mayo "para que se haga justicia y para que exista una memoria colectiva".

En declaraciones a EFE, explicó que "esa memoria colectiva no es una garantía de que algo así no volverá a ocurrir, pero sí una esperanza; una esperanza para que cuando se detecten síntomas parecidos se pueda evitar".

El estremecedor testimonio de Vigevani no fue el único que se escuchó hoy, ya que también declararon Marco Bechis, torturado durante la dictadura y director de la película "Garaje Olimpo" sobre cómo eran los centros clandestinos en los que se cometían las atrocidades; y Julio Velasco, entrenador de voleibol, cuyo hermano es uno de los superviviente de esos lugares.

También declaró la periodista Magdalena Ruiz Guiñazu, que investigó la cuestión de los desaparecidos desde el primer momento y que ha explicado al tribunal que se calcula que por el ESMA pasaron más de cinco mil personas, de las que sobrevivieron "menos de mil".

Para mañana está prevista la declaración de la presidenta de las "Abuelas Argentinas de nietos desaparecidos", Estela Carlotto, entre otras.