Las imágenes del partido del recuerdo, en la previa de un nuevo choque entre Newell´s y Estudiantes, corresponden al juego que ambos equipos disputaron el 30 de septiembre de 2005, por la 9º fecha del torneo Apertura de ese año. Ese certamen, que quedó en manos de Boca porque Gimnasia de La Plata no logró mantener al final el ritmo arrollador que había tenido durante el resto del campeonato, pasó sin pena ni gloria para el conjunto rojinegro, que terminó decimosexto con 20 puntos, justo la mitad menos que el xeneize campeón.

Pero igual, la Lepra se dio algún que otro gusto: ese equipo que arrancó siendo dirigido por el chileno Juvenal Olmos (quien duró hasta la séptima jornada, cargando sobre sus espaldas la eliminación en Copa Sudamericana a manos de Central), y tuvo luego a José Machetti hasta que apareció Pumpido (en la undécima debutó con caída ante Olimpo, de local), le ganó por ejemplo el clásico a Central por 2 a 1, con goles de Ortega y Garay en la fecha 13; se floreó en la 15º goleando 5 a 0 a Instituto de Córdoba; y le sacó un empate al Lobo platense en la anteúltima jornada, que fue decisivo para la consagración del Boca de Basile.

Otro resultado importante fue el del encuentro al que se vinculan las escenas que acompañan este artículo: el ya mencionado 3 a 2 al Pincha de la ciudad de las diagonales, que sucumbió en aquella noche del Parque a manos de Belluschi, Ortega y compañía.

El partido fue tan duro y parejo como es de suponer cuando enfrente está Estudiantes, con su halo de gloria y los viejos vicios de la escuela de Zubeldía, y le costó a la Lepra ponerse en ventaja un tiempo bastante prolongado de sudor y trajín. Exactamente 41 minutos pasaron para que expotara en las gargantas rojinegras el primer gran grito de la noche: cuando el cronómetro marcaba ese tiempo de la primera etapa, Fernando Belluschi acarició el balón en un tiro libre y puso el 1 a 0. Marcador que solo resistó 4 minutos: a los ´45, Ignacio Scocco estrelló la pelota en un palo con un cabezazo, y capitalizó el rebote para estirar la ventaja y la felicidad de las tribunas.

Ni que hablar cuando a los pocos segundos de iniciado el complemento, otra vez Belluschi, ahora sorprendiendo con un remate que debía ser centro, le daba al partido cifras de goleada. Todo pintaba para baile, pero el León mostró las garras y se acercó. A los ´9 Pavone y a los ´29 Calderón colocaron el 2-3 e instalaron la sospecha de que el triunfo no sería ya tan sencillo. De hecho no lo fue: la Lepra sufrió hasta el mismísimo pitazo final de Raffa, pero al cabo oyó tintinear en sus bolsillos tres monedas que habían costado bastante más transipración de lo que el trámite le había sugerido.