Opinión/Ciro Ceisas (*)

Pobre y muy competitivo. Cuatro palabras para definir con velocidad y precisión al fútbol argentino. Fue la respuesta del Tata Martino el día en que vino a hacerse cargo de Newells, cuando le preguntaron cómo veía al campeonato local. Ese día, Martino se mostró sereno, como siempre, pero en su mirada probablemente había un grito contenido. Ironizaba sobre la cantidad de medios de comunicación cubriendo su llegada, sacándose presión de encima.

La verdad, Martino es un irresponsable. Llegó a una ciudad que lo recordaba como jugador de un equipo que le ganaba a todos, que lo miraba con cariño cuando dirigía a Paraguay. Con poco, trocó la pesadilla del descenso en el sueño del campeonato. ¡Cómo va a venir a un fúbol corto de ideas, mezquino, acostumbrado al triunfalismo fugaz, a demostrar de nada de lo que se dice es cierto!

Lo irresponsable de Martino es venir a esta constelación futbolística austral a poner en tela de juicio leyes holgazanas más firmes que la física. Chau excusas. De menor a mayor, probó que para ser campeón no tenés que jugar bien. Tenés que jugar cada vez mejor. Que perder no es perderse ni perder todo.

Que dirigir no es inclinarse al coro confuso de aduladores. Que gustar no es buscar el aplauso fácil ni la idolatría bipolar, que al día siguiente te cuelga de los pies como a Mussolini. Que encerrarse en la lógica caudillesca que manda a "reventar a todos si no ganan" es un pasaporte a la pesadilla. Eso no es liderar. Su mensaje claro es que hay que despreciar a los violentos y a los tramposos. No hay que bancarlos: no sirven para nada y embarran todo.

Que amar lo que uno hace y amar lo que uno hace ya es un fin en sí mismo. Su pecado es demostrar que trabajar, sin hacer alarde ni revolear ningún poncho, a la larga te hace merecer. Qué peligrosa idea ¿no?

(*) Periodista, fanático de Newell´s