Los ladrones habrán pensado que el ingeniero era una presa fácil, que pronto estarían contando los billetes que el hombre al que seguían, aparentemente desde que retiró el efectivo del banco, llevaba para pagar los sueldos de los trabajadores del edificio en construcción de la esquina de Balcarce y San Lorenzo. Pero se olvidaron de un detalle. A esa hora, el mediodía, en cualquier obra que se precie se cumple el ritual de la faldita a la parrilla que hace que todos dejen sus herramientas y se reúnan alrededor de ese olor que suele dar envidia a los transeúntes. Y que no iban a dejar que se llevaran así nomás el dinero con el que iban a pagar sus sueldos. Los ladrones no sólo quedaron con las manos vacías, sino que demás uno de ellos sufrió lesiones varias fruto de una golpiza que, según fuentes policiales, por momentos se tornó salvaje. Después llegó la policía y se lo llevaron detenido a la seccional 3ª, con jurisdicción en la zona. Su cómplice, que estaba a bordo de la moto en la que habían seguido al ingeniero, pudo escapar.