Ciertos rasgos genéticos pueden predisponer a las personas a estar más o menos motivadas para hacer ejercicio y mantenerse activas, ha revelado un estudio realizado en Estados Unidos con ratas, y cuyos resultados pueden extrapolarse a los humanos. El hecho de saber que existe una predisposición genética a ser activos o, por el contrario, a permanecer más bien quietos podría ayudar a prevenir la obesidad, afirman los autores de la investigación.

El estilo de vida de las sociedades modernas nos predisponen a ser sedentarios: utilizamos el auto para todo, y la televisión y otros medios estáticos como fuente principal de ocio. Sin embargo, la pereza podría no tener su origen solo en las condiciones sociales sino también en la genética. 

Al menos eso es lo que sugieren los resultados de una reciente investigación realizada en la Universidad de Missouri (MU), Estados Unidos. 

El estudio ha revelado que ciertos rasgos genéticos pueden predisponer a las personas a estar más o menos motivadas para hacer ejercicio y mantenerse activas. 

Frank Booth, profesor de la facultad de veterinaria de dicha Universidad, en colaboración con el investigador Michael Roberts, criaron de manera selectiva a ratas para que estas tuvieran rasgos de actividad física extrema o bien de pereza extrema. 

Según los científicos, estas ratas han demostrado que la genética desempeñaría un papel en la motivación para hacer ejercicio. Booth y su colaborador creen que estos resultados serían extrapolables a los seres humanos. 

"Hemos demostrado que es posible estar genéticamente predispuestos a la pereza", afirma Booth en un comunicado de la MU. Esta constatación “podría suponer un paso importante en la identificación de las causas adicionales de la obesidad en seres humanos, sobre todo teniendo en cuenta los aumentos dramáticos en casos de obesidad infantil en Estados Unidos. Resultaría muy útil saber si una persona está genéticamente predispuesta a estar desmotivada para hacer ejercicio, una tendencia que aumentaría su propensión a convertirse en individuos obesos", añade el investigador.

En su estudio, publicado por el ‘American Journal of Physiology: Regulatory, Integrative and Comparative Physiology’, Roberts y Booth pusieron a las ratas en jaulas que tenían ruedas giratorias, y midieron el tiempo que cada una de ellas dedicó a correr voluntariamente dentro de dichas ruedas, dentro de un período de tiempo de seis días. 

A continuación, cruzaron a machos y hembras de entre los 26 ejemplares que más corrieron y, por otra parte, también a ejemplares de los dos sexos de las 26 ratas que menos corrieron. 

Este proceso fue repetido a través de 10 generaciones. Posteriormente, se comprobó que la línea de ratas corredoras corría de manera voluntaria 10 veces más que la línea de ratas perezosas. 

Una vez creadas las “ratas supercorredoras” y las “ratas vagas”, los científicos estudiaron asimismo los niveles mitocondriales en las células musculares de estas (las mitocondrias son orgánulos celulares encargados de suministrar la mayor parte de la energía necesaria para la actividad celular); compararon la composición corporal de todas ellas; y realizaron exhaustivas evaluaciones genéticas de los animales, a través de la secuenciación del ARN de cada rata. 

Fuente: Tendencias 21