Cuando Maxi Rodríguez consumó la victoria sobre Boca y la enorme clasificación a las semifinales del torneo más importante de América, miles de almas desahogaron la tensión acumulada en los 180 minutos de fútbol entre el Coloso y la Bombonera y en la dramática serie por penales.
El grito de la Fiera en el parque Independencia se extendió por todos los rincones de Rosario y llegó ni más ni menos que al Monumento, el punto de encuentro de cada hito inolvidable.
No es para menos: para el hincha rojinegro, estar entre los cuatro mejores de América por tercera vez (las anteriores fueron en ´88 y ´92), seguir adelante en esa obsesión que es la copa y disfrutar de un presente soñado, fue suficiente para llevar la euforia a la calle.
Banderas, bocinazos, bombas de estruendo y hasta fuegos artificiales se vieron y escucharon en la noche rosarina. Rápidamente, la avenida Pellegrini fue el epicentro de los festejos, que llegaron hasta el punto de referencia: el Monumento. “La Copa Libertadores es mi obsesión”, fue lo que más sonó.
Este presente y esta noche de penales llevó a los leprosos a la inevitable referencia del Newell’s de Bielsa que coronó en La Boca la temporada 1990/1991. Aquél lluvioso 9 de julio, el Chocho Llop cerró una serie que tuvo como uno de los jugadores más destacados ni más ni menos que a Gerardo Martino.