En Inestable, el actor y comediante Pablo Fábregas recorre con humor un arco de emociones y sentimientos que se vieron exacerbados en los últimos dos años por la pandemia. Depresión, euforia, la “felicidad” de pasar más tiempo el casa y el hastío por el encierro son algunos de esos "temas".

"Creo que es un lindo mapa de la neurosis emocional en la que vivimos. No es una obra que «habla de la pandemia» pero sí de los efectos que nos dejó, de cómo estamos encarando la vida ahora y de que estamos todos confundidos", sintetiza el también director teatral a Rosario3

Para avanzar en esa “inestabilidad emocional”, el guionista echa mano de distintos recursos: canciones, monólogos e imágenes. “Me divierte probar otros lenguajes y de hecho, esto empezó porque necesitaba hacerlo –señala–. Además de que me gusta, me da un enorme placer ir por otros lados. Pero me parece también que en el teatro, y a la comedia la pongo ahí, la voz y el cuerpo son más que suficientes. Yo lo necesitaba como comediante pero supongo que volveré al stand up tradicional”.

—¿El humor puede hacer algo con toda esta locura que vivimos entre el 2020 y el 2021?
El humor puede poner los temas sobre la mesa y hablarlos. Eso me parece que ya es bastante o, por lo menos, creo que es una gran forma de decir «che, nos está pasando esto. Discutámoslo».

Humor, distancia y barbijo


Inestable cambió mucho desde la primera función –apunta Fábregas en el diálogo telefónico– porque la situación pandémica en la que nació lo fue modificando. Fue encontrando su forma y, en este último tiempo, diría que casi la definitiva. Pensá que (antes del estreno) no se pudo ensayar demasiado. Prácticamente, salió al ruedo”.

El humor puede poner los temas sobre la mesa y hablarlos. Eso me parece que ya es bastante

—También en el público hubo cambios ¿Qué notaste vos?
—La verdad es que no podría ser muy específico pero sí lo sentí, por supuesto. Empecemos por el principio, cuando se decía «solo el 25 por ciento de la sala puede ocuparse». Esto, independientemente de la cantidad de gente que hubiese en esa sala para que estén todos muy separados, para el caso del humor y entiendo que para todo tipo de arte escénico, era rarísimo. Así que, que de movida, yo estaba incómodo, al igual que las y los que estábamos en el escenario. Creo que el público también estaba incómodo o al menos me da la sensación de que en algún punto eso se contagiaba. Aún hay gente reticente a volver al teatro. Además, el barbijo, en general, no hace a la experiencia del todo placentera.

—¿Tenés algún método de trabajo?
—Después de tantos años, hay uno que es un poco desprolijo, pero es un método al fin. Antes me peleaba con el hecho de que no hacía las cosas de forma más lógica. Ahora lo acepto y lo trabajo así. Cuando me empieza a aparecer en la cabeza y casi te diría que en el cuerpo entero la idea de hacer algo nuevo, sé que falta un tiempo pero comienzo a juntar ideas, a pensar de qué me gustaría hablar en este nuevo show... Eso tiene un proceso de decantación que puede ser de algunos meses. Después, junto todo en un en un documento desprolijo. No sé, cualquier cosa que me vaya apareciendo. Voy anotando hasta que en algún momento empieza el trabajo más duro que es sentarse y darle forma escrita. Lo que más necesito es el tiempo para la decantación de las ideas y los textos.

Un tema delicado tratado a través de un pésimo chiste es un error

—Después de la cachetada de Will Smith a Chris Rock, otra vez surgió el planteo sobre si “hay un límite para el humor”. Aclaro que bajo ningún punto de vista una persona puede golpear a otra deliberadamente. Y segundo, que todo siga como si nada hubiera pasado. ¿Vos pensás que se puede hacer humor sobre cualquier cosa?
Creo que el humor no tiene ningún límite pero el contexto te los pone. Entonces, me parece que tal vez, en un chat con amigas y amigos con los que tenés muchísima confianza, podés decir barrabasadas. El contexto te lo permite: se entiende quién sos vos, a dónde vas, qué es un chiste y qué no. Pero eso se va restringiendo a medida que estás en otros lugares (…) En la televisión de hoy hay un montón de límites que antes no había y que pueden resultar incómodos, pero creo que son necesarios, aunque nos dé la sensación de que vamos a morir de “política correcta”. Creo que ahí sí lo hay. ¿Por qué? Porque estás diciendo algo frente a un millón de personas y andá a saber cómo se decodifica. Yo no sé qué tanta confianza tiene Chris Rock para bardear a alguien por alopecia. Sí, el teatro y la radio son contextos que te permiten ser un poco más jugados.

—Además del contexto, ¿hay otros límites?
—En mi caso, hay un montón de temas que a mí me cuesta resolver como persona. Puedo hacer un chiste con mi inseguridad, pero, cuando no tengo muy claro algo, me parece que hacer humor sobre eso es pisar la banquina. También, cuanto más difícil es el tema que vas a tocar, más exigente tenés que ser con tus chistes. Un tema delicado tratado a través de un pésimo chiste es un error. Después, si toda la complejidad del tema que estás tocando lo incluís en esa línea humorística, bueno, lo aplaudo. Tampoco es que tenemos que evitar ofender porque cuando hablás, aunque no seas gracioso, alguien se puede ofender. Eso es parte de la vida, eso no es lo grave. Sí me parece que arriba del escenario tenés que tener una ética y una moral con lo que hacés.

A veces, te preguntás: «Fui racista o se entendió que estaba siendo irónico?»

—Te invierto la pregunta: ¿te pasó de pensar que con un chiste estabas con el pie en la banquina y fue el público el que te sorprendió?
—A veces pasa. Y vuelvo al contexto. Nada de lo que diga siento que son “verdades universales”, pero sí me pasó que, por ejemplo, hubo bares en los que tuve el permiso para decir cualquier cosa y funcionó. En el teatro también pasa, pero hay mucho más guión. Me gusta improvisar, pero no tanto. Cuando la audiencia entiende dónde estás vos, queda claro que no estás ofendiendo sino que estás del lado de la víctima, si se quiere. Pero sí, pasó y me sorprendió. También es un arma de doble filo… a veces, en un chiste "se supone" que por ironía estás siendo racista. Digo, no soy esa persona sino que me estoy riendo de la situación, y te preguntás: “¿Fui racista o se entendió que estaba siendo irónico?” En lugar de ser crítico, terminás reafirmando actitudes horribles.

—¿Admirás a algún humorista?
—Al que pongo ahí arriba es a Ricky Gervais, creador de tantas cosas lindas y border. Me gusta mucho todo lo que hace, aunque alguna cosa me pueda causar más risa o gustar menos. Aún en lo que termina de gustarme, me parece que está unos cuantos escalones más arriba.

Inestable


Pablo Fábregas presenta Inestable este sábado a las 21 en la Sala Lavardén (Mendoza y Sarmiento). Los tickets están a la venta a través de la web entradaslavarden.com