Muy difícil tránsito presenta este desafío que, antes que nada, tiene que resolverse desde el corazón, la mente y las “entrañas” de cada ser humano. En lo profundo de todos comparten el mismo espacio las dos: Guerra y Paz. Decidir qué alentamos y cultivamos define nuestro protagonismo por la vida o por la muerte. Dejar pendiente la opción es también tomar partido.

Además de las gestiones emprendidas desde el primer momento de la invasión de Rusia a Ucrania, a favor de la Paz, inspiradas ciertamente en los términos de su Encíclica “Todos Hermanos”, el Papa Francisco hoy puso en un lugar muy especial a las dos Naciones en conflicto: consagró a Rusia y Ucrania al Corazón de María. Esto que puede pasar para muchos como un acto piadoso, resulta, en mi opinión, un auténtico gesto profético.

En el calendario de la Iglesia el 25 de Marzo es la Fiesta de la Anunciación, cuando María recibe la propuesta de ser la Madre del Salvador prometido y responde generosamente; es el inicio embrionario de una etapa nueva de la humanidad. Allí tomaron forma histórica las antiguas profecías y todas las esperanzas de un Pueblo cansado de opresiones y luchas.

El Corazón Materno que desde hoy alberga a estos pueblos en conflicto, supo acompañar los pasos de quien traía la Paz necesaria y declaraba felices a los trabajadores de la Paz. Ella misma, reconocida por generaciones y latitudes como Madre y Reina de la Paz, podrá incidir con eficacia en los corazones y Pueblos llamados a decidir y construir otros destinos, más cercanos a la Paz y a la Vida.