El conflicto de pareja entre Wanda Nara y Mauro Icardi, que eclosionó con la intervención de Eugenia (la china) Suárez, es clara tendencia en redes y ocupa muchas horas en los medios de comunicación. ¿Por qué los famosos publican sus problemas íntimos en redes sociales? ¿Por qué tanta gente convierte en propio un tema privado de los famosos? ¿Cuánto dice este caso de sus actores principales y de nosotros como sociedad? La psicóloga Patricia Faúr –Universidad Favaloro, autora de numerosos libros como "Amores fugaces", "Amores que matan" y "No soy nada sin tu amor"– dialogó con Rosario3 y el programa "A la Vuelta", Radio 2, sobre un tema que ofrece tantas aristas como protagonistas.

Me muestro, luego existo

 

Faúr analiza el fenómeno creciente de exhibición por parte de famosos y famosas que –ya sea como influencers para determinadas marcas o como formadores de opinión o marcadores de tendencia– muestran en redes sociales su día a día, a través de imágenes cuidadas y montajes escénicos, donde lucen bellos, cancheros, millonarios, felices e inalcanzables.

“En su libro «La sociedad de la transparencia», el filósofo surcoreano Byung-Chul Han dice que vivimos en una sociedad pornográfica, donde todo se exhibe, todo se expone, porque exponerse es una manera de ser, porque si no nos exponemos, no existimos. Es un poco el sentido de la selfie. Si no me muestro tomando el café, parece que no desayuné –explica la psicóloga– y lo mismo pasa con las noticias. Todo se vende y se consume todo el tiempo y rápidamente como si fuera una mercancía. Vivimos en la sociedad de la inmediatez, donde cualquiera es cronista de la vida propia y también de la vida ajena”.

Y esa necesidad de exposición permanente atraviesa no solo la vida de famosas y famosos, sino también la de mucha gente que necesita dar cuenta hacia afuera, de lo que hace a diario. Sin embargo, en el caso de quienes son figuras reconocidas –modelos, actrices, actores, deportistas, etc.– el fenómeno tiene un componente especial, porque al mismo tiempo ellas y ellos son espejos en los que muchos desearían verse reflejados.

La publicación de Wanda Nara en Instagram mostrando su mano sin anillo. 

El modelo aspiracional que puede ser “seguido” (en redes)

 

Famosas y famosos compiten por la cantidad de seguidores que cosechan en las redes. Ese dato se traduce no solo en facturación, canjes, invitaciones o selectos grupos de pertenencia que los benefician a ellos mismos, sino también en una especie de scoring que los rankea frente a los productores de medios, publicistas y realizadores cinematográficos.

En ese contexto ganar-ganar, los seguidores son convidados de piedra, que acceden esporádicamente a sorteos, vales con descuento o entradas sin cargo, pero no mucho más. A cambio, millones de ellos interactúan cotidianamente con sus ídolos y heroínas. Les expresan su aprobación, les dan ánimo, les muestran admiración, les comentan y hasta les sugieren qué deben hacer o decir en cada caso. Se genera una suerte de relación ficticia, con unilateralidad de mensajes, en la que rara vez la famosa o el famoso les responde.

Sin embargo, ese solo hecho, el de ver cada día qué publicó su ídolo y poder decirle algo, aunque el otro no lo lea, le causa una ilusoria sensación de confianza, amistad y familiaridad que lo lleva a involucrarse en la vida de quien admira, como si se tratara de algo muy cercano o propio.

El problema no es Instagram, sino el vacío. Hay una sociedad que está atravesando mal el vacío.

“En el caso puntual de Wanda, Icardi y la China, quizás este involucramiento de la gente sucede porque ellos reflejan algo de ciertos ideales: de ricos y famosos, de personas jóvenes, hermosas, millonarias y con posibilidades. Creo que hay muchas cosas, hasta del orden de la envidia, de la identificación y también de las estructuras patriarcales, compartidas por muchos, que llevan a condenar a quien «roba maridos» como si el hombre en cuestión fuese una especie de víctima indefensa, carente de voluntad propia, a quien cazaron”, señala Faúr.

Y agrega: “Es casi un consumo adictivo. Hay gente que probablemente esté llenando su vacío emocional a través del consumo de este tipo de noticias. Una cosa es enterarse, leer algo, reírse con los memes, mientras se avanza con la vida, se sigue trabajando, etc. Pero hay personas que consumen lo que van reflejando las redes todo el tiempo porque, en el fondo, están llenando un vacío. Entonces, el problema no es Instagram, sino el vacío. Hay una sociedad que está atravesando mal el vacío”.

Mauro Icardi sigue intentando reconquistar a Wanda Nara desde su perfil de Instagram.

El amor no está en las redes; el narcisismo, sí

 

El transcurrir de los famosos en las redes es casi fantástico –como el de las “Crónicas de Narnia”, el libro del escritor irlandés Clive Staples Lewis– y lleva a sus seguidores a un estado de idealización: personas bellas con cuerpos maravillosos; parejas increíbles que se casan en Bora Bora, etc. “La sensación de quien mira es: «A mí siempre me va a faltar algo. Nunca voy a llegar a esto». Eso genera mucha angustia. Y es difícil decirle a la gente «no lo compres porque no es real», explica.

En el mundo narcisista de Instagram todos están enamorados de sí mismos.

“Y con los amores –añade– pasa lo mismo. Durante el enamoramiento hay una idealización del otro, pero la vida no es eso. El amor empieza donde terminan los cuentos. Entonces, esa fugacidad que vemos en la vida de los famosos tiene que ver con el momento inicial de la pasión, que es prácticamente una borrachera química. Es un momento narcisista, ya que no nos enamoramos de otro, sino de nosotros mismos, porque el otro nos ve increíbles, maravillosos y a nosotros nos encanta ese espejo. Nos gusta como nos ve el otro”.

“Y parece que en este mundo narcisista de Instagram de actores, actrices, modelos y deportistas, todos están enamorados de sí mismos. Viven en un estado de enamoramiento y de pasión permanente. Entonces, cuando su pareja les encuentra alguna falla o alguna grieta, cambian rápidamente hacia otro u otra que los siga viendo increíbles, con lo cual no se enamoran de nadie más que de ellos mismos”.

Para nuestra entrevistada, “el amor no es compatible con el narcisismo. Después de la pasión inicial, en la medida en que el amor avanza como un proceso de construcción con otro, de intimidad, compromiso y proyecto, ese narcisismo se cae y nos empieza a importar el otro. Y si no pasa eso, no existe el amor”.

“Todo esto sucede en una sociedad narcisista exaltada en los medios y en las redes que es donde más se pone en cuestión el amor. Porque el verdadero amor –aclara– es el que se construye día a día, es el de las cosas más pequeñas. No es tan exultante. Y uno no sube a las redes los pequeños actos cotidianos que tienen que ver con el amor, como el momento en que la persona que nos ama nos escuchó cuando estábamos mal o nos acompañó a ver un familiar enfermo o nos abrazó en un momento difícil. Ese es el amor: la alegría de que el otro exista. Y eso no está en las redes”.

“La pasión dura un tiempo, salvo en relaciones patológicas, en relaciones adictivas o en relaciones en las que la gente no quiere renunciar a nada y salta de una pareja a otra en forma permanente, buscando todo el tiempo la adrenalina del comienzo”, remarcó.

El "descargo" de la China Suárez en redes sociales.

Amores fugaces e hijos

 

En la vida de algunos famosos son comunes las parejas que duran un par de años y se disuelven, pero quedan hijos que van pasando a nuevas familias ensambladas. Los amores son fugaces, pero las niñas y niños fruto de esas uniones no lo son. ¿Cuánto incide esto en el desarrollo emocional de esas niñeces? Es otra pregunta que dispara distintas respuestas.

Para Faúr, “en estas nuevas parentalidades y ensambles múltiples, mientras haya una figura de apego (no importa quién) que acompañe la crianza de una manera que les dé confianza y seguridad, van a crecer bien. El problema –insiste– es cuando esto lleva a vínculos muy poco comprometidos. Allí sí hay que poner el acento, no tanto en la separación y los ensambles, sino en el narcisismo, otra vez. Porque de padres narcisistas, que solo se ocupan de ellos mismos, habrá hijos con problemas.