Mientras en Rosario el cielo truena desde ayer, la amenaza de lluvia este jueves en Buenos Aires obligó a montar un mega techo sobre el mega escenario desde el que hablará la vicepresidenta Cristina Fernández más tarde. Como 1810, Plaza de Mayo se respira húmeda ¿y revolucionaria? A 20 años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, que le dio a su 25 de mayo la épica -soleada- del inicio de un nuevo orden, el kirchnerista, este 25 de 2023, ¿marcará otro?

En la historia oficial, el 25 de mayo de 1810 señala el comienzo de una ruptura, de las colonias del Río de la Plata de la corona española. En la literatura kirchnerista, el 25 de mayo de 2003 indica el inicio de un nuevo proyecto político, el de los cuadros abajo, el de la gente adentro, el de la patria es el otro.

Hijo de una generación diezmada -como ese 25 de hace dos décadas se definió él mismo- Kirchner propuso un nuevo proyecto político y una nueva hegemonía construida desde el tembladeral del “que se vayan todos” del 2001 y bien arraigado sobre el “nunca más” a la dictadura. Llegó anticipadamente a Casa Rosada y con el 22 por ciento de los votos.

Ahora le toca el turno, dijo su esposa y dos veces presidenta, a los hijos de esa generación diezmada. ¿Será el ministro del Interior Eduardo De Pedro? ¿O el gobernador bonaerense que no quiere salir de La Plata? ¿Será el outsider, pero cercano Juan Grabois? Por edad, pueden ser, pero ¿podrán?

¿Montó el kirchnerismo un megaescenario con un megatecho para un 25 de mayo conmemorativo o para una nueva épica fundacional? El tiempo acompaña, pero De Pedro, Axel Kicillof, Grabois o el hijo o hija de la generación diezmada que sea, ¿representan verdaderamente otro orden? ¿Otro proyecto político? ¿Otro relato?

Una nueva élite no se construye sólo sobre la base de un recambio generacional porque no se trata de un tema etario. Se construye en torno a un nuevo mito. A un cuerpo de ideas que, en términos del historiador Tulio Halperín Donghi sea capaz de movilizar recursos y modificar la estructura social, económica e institucional.

Cristina intentó, al menos, una “actualización” de esa literatura cuando eligió a Alberto Fernández como cabeza de fórmula, pero fracasó. ¿Podrá hacerlo ahora de nuevo?

El tiempo acompaña.