El 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud. Esta fecha invita a los equipos que trabajamos en este ámbito a reflexionar sobre el sentido de nuestras prácticas. Es una jornada que nos interpela a mantener en alto nuestros ideales de un mundo más justo y equitativo. Y además asumir este día como jornada de análisis interna y divulgación, compartiendo y abriendo la discusión puertas afuera del sistema de salud.

La pandemia puso en escena aspectos esenciales de la salud colectiva, como los distintos modos de enfermar y morir de la gente según dónde y cómo vive.

La OMS toma nota de estos escenarios y propone en sus lemas un desplazamiento del eje biomédico centrados en procesos biológicos, reactivando viejas discusiones éticas, como la tensión entre el desarrollo económico y la preservación de la salud. Es así que interpela con “un mundo más justo y saludable” en el año 2021 y nos invita a mirar “nuestra salud, nuestro planeta” este año.

Quienes decidimos trabajar en y por la salud de la comunidad tenemos la gran responsabilidad sobre la medicalización de la vida cotidiana de las personas. La salud no es una cuestión solamente de la medicina o los sistemas de atención de las enfermedades, sino un tema socio-cultural y político que ya no se explica únicamente por la ausencia de enfermedad. Sin embargo, aún no logramos responder cómo se construyen y ponen en práctica las estrategias para garantizarla.

Hoy son tantos los problemas que se inscriben en lo sanitario que por momentos parece que la salud pública está obligada a explicar e intervenir en todo, y como sector nos deja impotentes. Por un lado, y desde lo discursivo, las políticas de salud parecen querer comprender la totalidad de los problemas urbanos, socioculturales o ambientales en una ampliación del campo que es inabarcable para el sector. Mientras que, por otro, se reduce el análisis a las dimensiones de las ciencias de la salud, lo que ha venido distorsionando las prioridades de investigación en salud y las propuestas preventivas o terapéuticas, al punto de asignar explicaciones biologicistas a problemáticas sociales complejas como los son el consumo y la violencia.

Los colectivos de mujeres están marcando el camino a seguir. La visibilidad de injusticias y desigualdades y la unidad de objetivos en la diversidad son condiciones necesarias para discutir cualquier planteo redistributivo de bienes y servicios de salud y otras características del sistema de protección, por ejemplo qué sentido le damos a la palabra cuidado.

Nos atrevemos a decir que entre las muchas conceptualizaciones sobre la salud, las mejores son las que se centran en lo que le pasa a los sujetos y a los grupos en el contexto en que habitan. Aquí, el ser humano se ubica como mucho más que cuerpo y discurso; construye las posibilidades de una vida más o menos saludable para sí mismo y para los demás.

En Rosario, somos muchos y muchas los que pensamos que ser saludable es sentirse bien, disfrutar, construir proyectos y luchar en conjunto contra las condiciones que limitan la vida, recuperando palabras de Floreal Ferrara. Creemos que lo que sucedió en muchos barrios en torno a la pandemia y la crisis socio-económica nos está indicando que ese sentir y actuar late en nuestro territorio.

Es nuestra obligación el darle más voz a los protagonistas de esas experiencias en la discusión de las políticas de nuestro sector. Mirar y aprender de y con los vecinos y vecinas de todos los rincones de la ciudad, para re-encontrarnos con esos significados y valores que la humanidad necesita para cuidar la salud y la vida humana como la del planeta en el que se desarrolla. Movilizarnos como comunidad contra cualquier cosa que amenace la integridad o la vida.