Los grandes empresarios concuerdan en que para tener éxito, hay que salir de la zona de confort, para poder ser innovador, creativo y hacer las cosas de manera diferente a los demás. Nadie disfruta de los fracasos, pero siempre es importante no temer a fallar, porque se pueden usar como ventaja y crecer a partir de ellos. Manejar el fracaso de manera saludable es una de las claves del éxito como emprendedor.
El fracaso es solo algo que sucede: no eres tú
Desafortunadamente, a medida que envejecemos, terminamos tomándonos el fracaso como algo personal, como si se tratara de quiénes somos. No lo es: es solo lo que sucede en el camino hacia algo más grande.
El fracaso no es el enemigo
Las personas que no se sienten cómodas con el fracaso lo ven como un monstruo esperando a la vuelta de la esquina para destruirlos. En sus mentes, es como si el fracaso fuera más fuerte que ellos. Pero no es para atraparte: es neutral, solo un acontecimiento, y no es más fuerte. La única forma en que gana un evento desafortunado es si no aprovecha la fuerza resultante y vuelve a intentarlo.
Cada fracaso puede hacerte más fuerte y más sabio.
Esta expresión comúnmente escuchada es perfectamente cierta, pero solo se aplica si aceptas tu parte de responsabilidad por las derrotas. Si culpas por completo a alguien o algo externo, no obtendrás buenas lecciones. Por lo menos, cada caída enseña cómo no hacerlo.
El fracaso no es una señal de alto
Esto es tan importante; un fracaso, incluso uno grande, no es una señal de que debas rendirte. Cuando lo que estás haciendo no funciona, solo significa que se necesita una corrección, ya sea un gran desvío o un pequeño cambio de rumbo. Con esa perspectiva, en lugar de ponerse dramático sobre el bombardeo, simplemente puede decir: “Esto es lo que intentamos y este es el resultado que obtuvimos. Para obtener un resultado diferente, debemos intentar abordarlo de una manera diferente. Fin de la historia."
Fallar es mejor que arrepentirse
Es imposible imaginar el camino de muchos si dejaran cualquier negocio después de algunos fracasos, o peor aún, si nunca lo hubieran intentado y me hubieran quedado en la zona de confort. Fracasar no define quién eres a menos que lo permitas.
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