Un policía federal se camufla entre los vecinos de Villa Banana, en el oeste de Rosario. Finge ser uno más entre los que van y vienen. Hace inteligencia frente a una casa, en la esquina de Valparaíso y un pasillo, el pasaje Independencia. A unos metros está la avenida 27 de Febrero pero de este lado, hacia el sur, el pavimento se corta. El agua se acumula en pozos y entre escombros. Es la siesta del jueves 14 de octubre de 2021 y algo anda mal.

El agente encubierto desentona en el paisaje habitual. Es detectado por los espiados y se produce una balacera, una entre tantas pero que por sus consecuencias será diferente. El oficial de civil es herido en una mano. Un segundo disparo impacta contra la puerta blanca que está detrás de él e ingresa a la “Banateca”, una biblioteca popular que realiza talleres con chicos y chicas. Al rato el estruendo es noticia. Una mujer le cuenta al primer periodista que llega al lugar que hubo varios tiros. Y le dice, extrañada por el despliegue de patrulleros: "Nunca viene la Policía acá".

La versión oficial habla de un puesto de venta de drogas. Los locales, en cambio, dicen que en realidad es una casa de familia con padres trabajadores pero el pibe se metió en una banda narco y ascendió. El término “bunker” puede esconder y achatar una realidad compleja. La investigación federal que había empezado meses antes se acelera como un rayo. Al otro día del incidente, el 15 de octubre, se producen otros 20 allanamientos. 

El resultado del operativo “Cuevas Blancas” le pone nombres y datos concretos a lo que la ciudad murmura en la calle. La plata sucia se lava en las cuevas del centro. Los bolsos repletos de billetes de baja denominación recaudados en Villa Banana llegaban a las oficinas de España 889, del empresario Gustavo Shanahan (ex titular de Terminal Puerto Rosario). No hay negocio narco sin empresarios y profesionales que lo completen. 

Los pesos se cambiaban al dólar blue con un módico sobreprecio: el riesgo, como todo, cotiza. Pero el verdadero peligro, donde se pone el cuerpo, sigue latente en los barrios profundos de Rosario

Seguridad y silencio

 

Aquel tiro que perforó la puerta blanca de chapa de la Banateca, la biblioteca popular que creó la organización Causa hace una década, se proyectó hacia la pared del fondo. No había nadie dentro de ese espacio en donde se realizan talleres y apoyo escolar con chicas y chicos del barrio. Nadie denunció ni reclamó nada de forma pública. 

Alan Monzón/Rosario3

Un año después, Facundo Peralta, referente de Causa, recorre estas mismas calles con Rosario3. Cuándo y cómo actuar, qué y qué no decir, forma parte del trabajo comunitario bajo riesgo. El silencio puede ser una protección para las organizaciones que trabajan en los barrios. “Nosotros vamos y venimos pero los compañeros se quedan acá, están expuestos y hay que cuidarlos. Ellos están viviendo estas circunstancias, la inseguridad y la violencia se sufre sobre todo en los territorios; la violencia cruda está acá”, señala.

“Después de eso –recuerda– le propusimos al Estado provincial que haga algo, que vengan con Aprecod (Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones), con el Ministerio de Infraestructura, con Ansés, con muchas agencias estatales para que hagamos una actividad y estemos con la gente; pero no pasó nada. La respuesta fue que no estaban en condiciones de hacerlo porque no podían articular entre las distintas agencias”.

La convivencia con los grupos mafiosos forma parte del día a día de los militantes y referentes de organizaciones barriales. Avanzan (y retroceden) sobre un tejido complejo y sensible, atravesado por necesidades básicas por atender, problemas estructurales y una violencia creciente que se apoyó sobre la pérdida (no total) de comunidad y sentido colectivo.

Alan Monzón/Rosario3

De eso habla Peralta cuando resume la historia de Causa en Villa Banana desde los primeros pasos en 2003. La recorrida y charla para Desde la Redacción (el podcast que Rosario3 publicará completo este domingo) bucea en el trasfondo de una balacera y en los caprichos de una urbanización que dejó afuera un triángulo de tres manzanas (que seguirán sin conexión regular al tendido de energía, agua, cloacas y gas natural). Pero sobre todo narra la recuperación de un club tomado y la construcción de una escuela popular con recursos propios.

Las manzanas olvidadas

 

La Municipalidad encaró el año pasado un plan de urbanización con apertura y ampliación de calles, reubicación de hogares, mejoras y acceso a los servicios básicos para 1.250 familias de Villa Banana. El propio intendente Pablo Javkin, cuando anunció los trabajos en junio de 2021 dijo que “el oeste es la zona de la ciudad donde más necesitamos equilibrar, donde más necesitamos presencia del Estado”. En octubre de ese año, este medio acompañó los avances sobre unas mil casas desordenadas y la inseguridad como preocupación central.

Pero ese plan se trazó como límite, al norte, la avenida 27 de Febrero. Las tres manzanas del triángulo que forman Valparaíso, la propia 27 y Presidente Perón (ex Godoy) tienen problemáticas similares pero quedaron fuera del área alcanzada.

En Valparaíso al 2500, frente a la nueva escuela “Corazón de barrio” que construye Causa junto a la comunidad, Facundo saluda a Marcelo, un vecino sentado en la puerta de su casa. Cuenta que antes de la obra eso era un baldío muy inseguro.

–Uffff, estamos mucho más tranquilos ahora. Antes teníamos miedo. 

Donde hoy está el portón de acceso a la escuela que será guardería para bebés, niños y niñas (“La Gurisada”), con baños, cocina, espacio para talleres de jóvenes y adultos, además de una huerta, murió una persona en medio de un asalto violento. Ese tipo de cambios genera también el proyecto educativo y social en marcha, que se conecta con la cancha de fútbol del club 27 de Febrero, recuperado tras haber sido tomado por grupos mafiosos.

Alan Monzón/Rosario3

Esa historia reciente también habla de la ciudad, del desamparo en los barrios que trasciende a un gobierno. La dirigencia de Juan XXIII abandonó por inseguridad el predio de casi una hectárea sobre 27 de Febrero entre Valparaíso y Río de Janeiro. Un grupo ajeno al lugar empezó a organizar torneos de fútbol a la noche por plata. También se usó de guarida o venta de drogas. Lo que era un club quedó asociado a las barras de los clubes de la ciudad, a Los Monos y los vecinos cuentan que El Viejo Cantero frecuentaba el lugar.

Pero Causa y la comunidad no se retiraron del todo. Mantuvieron la Escuelita de Fútbol por la tarde. No chocaron con “la nueva dirigencia” y trazaron una convivencia tensa pero necesaria. De a poco avanzaron con la constitución de un nuevo club y crearon una comisión directiva que consolidó la recuperación del lugar.

Las violencias urbanas son muchas y variadas. Alcanza con levantar la vista para ver la madeja de cables por el tendido eléctrico irregular o el pasillo sin sendero e inundable que se abre paso hacia el centro de manzana y sale a la derecha por Ocampo. En la intimidad de los hogares, las garrafas suplen la carencia de gas natural y las conexiones particulares para tener agua potable o cloacas.

Alan Monzón/Rosario3

“Estas manzanas quedaron olvidadas en el plan de urbanización, nosotros lo pedimos pero no fueron incluídas. No entendemos qué pasó pero vamos a hacer otra gestión porque estamos como barrio popular en el registro nacional (Renabap) y existe un plan de obras tempranas”, señala el referente de Causa.

No todo es denuncia o reclamo. La realidad de la cuadra este jueves a la tarde esconde más información de lo que parece. Allá están por ejemplo Carpa, como le dicen a Carlos, que trabaja en su carpintería junto a Germán, un joven de 22. 

Carpa tiene 37 y empezó a los 20 con ese emprendimiento. Hace muebles a medida. Hace diez años creó el taller “Pura lija” en ese espacio, que es su casa y fábrica al mismo tiempo. Germán fue uno de los pibes que él capacitó.

–Empecé hace un montón, tenía 13 y era un pibito. Ahora hace cuatro años que trabajo acá.

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Las dos casas de Mario

 

Por Valparaíso hacia el sur, después de cruzar 27 de Febrero, la avenida que se abrió y cambió la fisonomía de la villa, se llega al pasaje Independencia. En la esquina donde balearon al policía federal de civil hace un año hay dos muestras del proceso de urbanización en marcha. Al lado de la Banateca, sobre la pared blanca, el número 30 pintado en azul identifica el inmueble a regularizar. 

Enfrente, en diagonal, está la casa de Mario con una rareza. El viejo piso de la vivienda quedó al desnudo y llega hasta la calle. Lo que era parte de ese hogar ahora es la vereda pública. El hombre que llegó al barrio con su familia hace 30 años tuvo que construir su nueva casa de dos pisos unos metros más atrás.

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–Me dieron plata como indemnización pero no me alcanzó para pagar ni la mitad de la obra que tuve que hacer, por como aumentaron los materiales.Y todavía sigo con esto porque no terminé. Me faltan los pisos y las terminaciones.

La charla fluida se frena cuando la pregunta es sobre la inseguridad. Mario mira para el costado. Hace una mueca, dice algo así como que en todos los barrios está difícil. No precisa nada. 

Cimientos y baldosas

 

El regreso de la recorrida es por Valparaíso hacia la escuela “Corazón de barrio”. Adentro ya empezó el taller de baldosas que coordina Andrea. Lo hacen desde noviembre del año pasado. Son unos 15 pibes, entre adolescentes y jóvenes. Algunos, como Cristian, de 24 años, va con su hijo y su sobrino. 

–Hay veces que el barrio anda bien y otras que no podés salir a la calle, como en todos lados. Hay violencia de la Policía y sino son los narcos. Esto es un refugio, venís acá y te alejas de lo malo, y es una ayuda para nosotros con la beca que ahora la aumentaron a 4.000 pesos.

El espacio se sostiene con el apoyo de las becas Santa Fe Más. Algunos de los talleristas formaban parte de la escuela de fútbol del ahora club 27 de Febrero. “Hubo un desguace de una política que ayudaba a quienes trabajamos en el territorio con las juventudes: el programa Nueva Oportunidad. Ahora, en cambio, no pueden ser talleres culturales (de teatro o de música) o deportivos, tienen que estar vinculados con lo productivo y el empleo”, plantea Facundo Peralta.

“Parece –sigue– que un pobre no puede hacer teatro, ni música, ni la escuela de fútbol como teníamos antes y que nos permitió recuperar el club. Lo reconvertirmos en el taller de baldosas, que nos encanta hacer baldosas, pero fue por ese cambio en una política”.

“Ya no podemos hacer nuevos convenios porque no hay altas para nuevas becas. Entonces estamos con pibes en una situación de vulnerabilidad absoluta, que no tienen laburo, y algunos pasan meses sin cobrar la beca, se van y si los perdés terminan como terminan. Hay más de 250 muertos en Rosario y la mayoría son pibes de la edad del plan Santa Fe Más, de entre 15 y 30, que están matando y muriendo como pajaritos”, agrega.

Alan Monzón/Rosario3

A un costado, tres muchachos mezclan cemento, arena y agua con una pala. Andrea prepara el ferrite, el pigmento que le da color. Las secan y las dejan en agua. En el piso hay una muestra creciente del producto final: amarillas, azules, rojas. Las baldosas se utilizarán para terminar la escuela que empezó a construirse en 2020.

Facundo dice que no cuentan con apoyo municipal, provincial ni nacional. Lo hacen entre la organización Causa y los vecinos. Alguien donó las rejas, otro el alambrado y los pilotes, una más decidió comprar las vigas, el corralón les dio facilidades de pago y entre todos pusieron la mano de obra. Aún faltan las terminaciones pero en 2023 el lugar funcionará a pleno. Entre las violencias y las dificultades, nace un espacio hecho a pulmón para que toda la comunidad respire.

Contactos y cómo colaborar

 

Más información sobre Causa Organización Popular acá; la Biblioteca Popular Banateca y La Popular de Santa Fe y Santiago.

Se pueden hacer donaciones mensuales o por única vez vía MercadoPago. O a la cuenta de la Banateca:

CBU: 0650020701000001144393

Alias: BIBLIOTECA.BANATECA