Entre 2021 y la primera mitad de 2022 Alberto Fernández resistió las presiones del cristinismo para que echase a Martín Guzmán del Ministerio de Economía. “Si les entrega a Guzmán no gobierna más”, decían, realistas, al lado del presidente. Pero el primer sábado de julio del año pasado Guzmán agarró sus cosas y se fue. En medio del desconcierto por semejante irresponsabilidad política, Alberto echó mano a Silvina Batakis con un primer guiño de los gobernadores y un “ni” descomprometido de la vicepresidenta. Fue apenas un suspiro lo que duró Batakis. Entonces el presidente se rindió a la realidad y le cedió el Ministerio de Economía y toda la constelación de organismos y administraciones colaterales a Sergio Massa. La alianza Massa-Cristina, es decir las dos patas fundacionales del Frente de Todos, se hicieron cargo de casi todo el tablero de control de economía.

El cristinismo y Massa tenían entonces al presidente en el lugar en el que lo querían: un mandatario para las decisiones protocolares, las relaciones internacionales y el manejo de áreas que no resultaban estratégicas para ellos, tal como se contó en esta columna dominical hace un año.

Sin embargo, como un náufrago en medio del océano, el presidente encontró en la idea de ir por la reelección una tabla de flotación. En definitiva este gris final de la gestión se trata de eso, de durar. Fernández lucha por conservar una cuota de poder. No ya para conducir sino al menos condicionar el avance del massismo y el cristinismo. En esa puja, la idea de la reelección le permitió ganar tiempo porque actuaba como un dique a las intenciones de los otros. No hay nada peor para un gobernante que tener candidatos del oficialismo condicionando a la gestión desde afuera para conseguir un voto más.

Eso es lo que Fernández intentó evitar hasta el viernes, pero se quedó sin resto. El gobierno enfrenta una corrida cambiaria, el dólar soja III se volvió estéril para generar divisas y las presiones devaluacionistas están a la orden día. El dólar blue levantó arriba de los 430 pesos, complicando más aún la inflación y poniendo en riesgo incluso la estabilidad del propio ministro de Economía.

“Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”, retuiteó la esposa del ministro de Economía, tras la salida del jefe de asesores del presidente Antonio Aracre quien deslizaba en los medios un plan devaluatoria escalonado que se decía tenía el acuerdo del presidente. ¿Realmente el presidente creyó que podía recuperar el control de la economía de su gobierno corriendo a Massa? ¿O todo se trató de la ambición del exCEO de la semillera Sygenta? En cualquier caso, otro daño autoprovocado por el propio mandatario.

Ahí radica parte del problema de la Argentina de los próximos meses. Cómo se las arregla el oficialismo para generar una malla de poder político que contenga las presiones sectoriales y el malestar social con la inflación. Se sumarán las turbulencias del proceso electoral. La escapada del dólar blue, que el gobierno atribuye a prácticas especulativas, es la tercera que enfrenta. La primera a la salida de la cuarentena, la segunda con la renuncia de Guzmán. En ambos casos el valor del blue llegó, proporcionalmente, más alto que ahora. Lo que cambia es el momento y la situación del gobierno.

Caída la reelección, la apuesta del presidente para que no terminen de licuarle lo que le queda de poder real pasa por garantizar que el Frente de Todos tenga varios candidatos, entre ellos uno o dos propios para aguanten los trapos de la gestión y equilibren el peso del cristinismo y el massismo. Por eso le dio luz verde a Daniel Scioli y lo insta a Agustín Rossi a que sea precandidato.

Corrido el presidente, Rossi puede ponerse el traje de candidato que se sacó en 2019 apenas Cristina anunció la fórmula Fernández-Fernández. El rosarino planteó la posibilidad en potencial y por estas horas escanea la recepción en los distintos puntos cardinales del Frente de Todos. Pesa más eso que los números de las encuestas, porque sin Cristina en carrera no asoman grandes diferencias en la línea de largada. Massa, que era “el” candidato en diciembre cuando estaba viva la promesa de llegar a abril con una inflación de 3%, hoy es también el ministro de Economía al que la inflación se le escurre y nada de lo que hizo resultó efectivo. Aquí entonces surge otra pregunta: ¿qué tan determinante es la inflación alta en la suerte de un candidato o proyecto político en la Argentina? La enormidad de votos que consiguió Macri en 2019 cuando perdió la reelección invitan a reflexionar sobre el punto.

El escenario dentro del Frente de Todos podría cambiar abruptamente si Cristina Fernández revisa su decisión de no ser candidata en 2023. Si volviese atrás y se postula, entonces se acaba la discusión, porque nadie en el peronismo está en condiciones de enfrentarla. Pero si mantuviese la negativa, la competencia se equilibra y las Paso pasan a ser, además de la selección de un precandidato, un reposicionamiento de los espacios internos del peronismo.

Aún si fallara el operativo clamor, el cristinismo insistirá con una fórmula de consenso y evitar las Paso. El problema es que no hay un candidato en condiciones de sintetizar el conjunto. Wado De Pedro y Axel Kicillof no lo son. Y Massa quisiera serlo, pero a esta altura no parece estar en condiciones. Además, en palabras de Cristina, es un aliado con poder propio, no un Alberto Fernández.

La puja que sigue es si fórmula única o más de una. Por eso el viernes a la noche, a la salida de la reunión del Consejo Ejecutivo del peronismo, atrás de que Axel Kicillof planteara el temor a una dispersión de votos después de las Paso, el jefe de Gabinete promovió una estrategia de Paso con “código de convivencia” en el que todos se comprometen a no agredir al adversario interno, nada de golpes bajos y acompañamiento al ganador.

Peronismo santafesino

 

Mientras eso ocurre en el peronismo nacional, en Santa Fe el congreso partidario transcurrió sin sorpresas ni fisuras. Se delegó en el Consejo Ejecutivo plasmar una política de alianzas con un criterio “amplio y plural”, lo cual garantizará que pueda concretarse el frente electoral en Rosario entre el PJ y Ciudad Futura que acordaron los precandidatos a intendentes Roberto Sukerman y Juan Monteverde. La moción la hizo el diputado Eduardo Toniolli, del Movimiento Evita y aliado de Ciudad Futura. Además de Toniolli estuvieron los otros precandidatos a gobernador: Roberto Mirabella, Marcos Cleri y Leandro Busatto.

En la semana volvieron a charlar mano a mano el gobernador y el senador Marcelo Lewandowski. A Perotti no le cayó bien la circulación de encuestas que muestran a Lewandowski con una amplia diferencia por encima del resto de los candidatos peronistas, en especial de su delfín Roberto Mirabella. En la conversación el gobernador no modificó su postura. Queda claro que no está dispuesto a ceder recursos y la estructura de su gestión a un “extraño”, a alguien que no sea a él mismo. Por eso la delegación en Mirabella. Tampoco le pidió a Lewandowski que vaya de candidato a intendente, aunque el escenario que describió parece sugerirlo. De todos modos no fue la última charla entre ambos antes del 12 de mayo, día que cierran las listas. Lewandowski estirará un poco más la decisión sobre su postulación a la espera de un potencial escenario en el que la voz de Perotti no sea la única y determinante. La posibilidad de una candidatura a intendente la tiene a mano. Lo que no está en dudas es que jugará.

Hay otro tema que estos días preocupó al gobernador más que el futuro electoral. Desde hace un par de meses cayeron abruptamente las remesas de fondos nacionales para obras y otros compromisos por fuera de los giros automáticos. Como el diálogo con la Casa Rosada sigue frío, en Santa Fe se preguntan si la razón era financiera o política. “Es por cuestiones financieras estrictamente. Nosotros estamos sudando la gota gorda para mantener el barco a flote y las provincias, no sólo Santa Fe, tienen millones y millones guardados en plazo fijo. Que la saquen y la usen. Ciudad de Buenos Aires es el extremo: tiene el equivalente a 8 masas salariales en el banco”, explicó un funcionario del gobierno nacional con acceso a los números.

La oposición dio a luz

 

Así como la noticia en la política nacional es que el presidente desiste de la reelección, en la provincia es el alumbramiento formal del frente Unidos para Cambiar Santa Fe. Por un capricho del calendario, resulta casi un homenaje a 15 días de cumplirse dos años del fallecimiento de Miguel Lifschitz, que fue quien trazó el plano para edificarlo.

La UCR el PDP, el Partido Socialista y CREO dieron aval dieron luz verde al frente que se presentará en sociedad el martes en Cayastá. El PRO ya le había dado el OK en septiembre pasado.

Como era lógico que ocurriese, el mayor debate se dio en el congreso del socialismo de este sábado, que cerró una etapa e inició otra. El ingreso al frente Unidos… fue avalado por 231 votos a favor y 71 en contra. Hubo debate y posicionamientos. La minoría calificó como una “claudicación” la alianza y expresó su rechazo con carteles que indicaban “Prohibido girar la derecha”, una forma de hacer pagar un mínimo costo en la pública a la mayoría constituida por el lifschitzmo, el bonfattismo y Fuerza del Territorio.

Lo cierto es que PS superó un dilema de hierro ante circunstancias muy adversas, sin escándalos ni cismas. La decisión choca contra la historia no muy lejana, en la que el PRO era el adversario y hasta un límite. La realidad hoy lo puso a definir la participación en una alianza donde el PRO es un socio más y en la que no tendrá la manija como en otros tiempos. Habrá que ver la letra del compromiso firmado por todos los partidos que se dará a conocer en Cayastá. Ahí se verán los resguardos que tomaron los socialistas, aunque es sabido que la realidad luego traza sus propios caminos. Ser parte del nuevo frente era un mandato estratégico, porque es el paraguas de protección que necesitan los gobiernos locales, que son el principal capital político que le quedó al PS, como el de Emilio Jatón en la capital provincial o Alberto Ricci en Villa Gobernador Gálvez, además de otras ciudades y comunas.

El congreso marcó el cierre de una etapa traumática del PS, que incluye la pérdida de los gobiernos en la provincia y la ciudad en 2019 y siguió con la muerte de Lifschitz, circunstancias que pusieron al partido a modificar su carta orgánica para expresar la nueva realidad y un año de plenarios departamentales para debatir lo que ayer se votó. En el camino hay pérdidas. Un puñado de dirigentes socialistas competirá en listas por afuera del frente Unidos, como la ex ministra Claudia Balagué o el secretario de Salud Leonardo Caruana. El veredicto final, como siempre, lo darán las urnas.

Con Maximiliano Pullaro ya lanzado a la carrera por la Gobernación, le seguirán Clara García y Carolina Losada después de Cayastá. Empieza la era de una nueva alianza opositora no peronista. Imposible saber ahora si se trata de una experiencia electoral efímera o si la política santafesina acaba de alumbrar una fuerza capaz de repetir los éxitos en las urnas del Frente Progresista Cívico y Social.