Sergio Massa pisará a mitad de semana la alfombra roja que el peronismo santafesino le tendió este viernes con dos actos, en Rosario y la capital, diseñados para mostrar unidad detrás de su candidatura presidencial. La agenda no estaba cerrada, aunque se sabe que incluirá contacto con intendentes y presidentes comunales y sectores productivos. 

Movilizar a los jefes territoriales es la ignición del motor del peronismo. Sin ese paso difícilmente consiga un rendimiento aceptable. Para las primarias del 16 de julio el gobernador Omar Perotti se desentendió por completo del asunto y, boleta única de por medio, cada uno buscó salvar lo propio. Incluido él. El resultado fue que el PJ mordió el polvo como nunca antes en los 40 años de democracia.

Ahora se intenta una vuelta de página vertiginosa. Massa y Marcelo Lewandowski se reunieron el miércoles. Candidato a la gobernación y a la presidencia coincidieron en que el cronograma electoral obliga a unificar esfuerzos. El 13 de agosto las Paso nacionales, el 10 de septiembre las generales de la provincia, el 22 de octubre las presidenciales. Imposible no pensar esas fechas como eslabones de un mismo proceso, más cuando la oposición le acaba de contar casi un millón de votos en la cara en una primaria.

La apuesta es que el domingo 13 sea, además de una elección que deje competitivo a Massa, la plataforma para, 27 días después, revertir todo lo que se pueda revertir en la elección provincial. 

De eso hablaron Massa y Lewandowski. Coincidieron en que Gabriel Katopodis, por la llegada que tiene al entramado de intendentes y presidentes comunales a través de la obra pública, sea quien articule las necesidades entre la campaña en Santa Fe y el gobierno nacional. 

Lewandowski coordina con Massa su estrategia de campaña.

El ministro asumió ese rol de inmediato. El jueves se reunió con los candidatos a diputados nacionales, encabezados por Germán Martínez, y el viernes participó en Rosario y Santa Fe de los actos de lanzamiento de la mesa Massa presidente. Salvo los sectores que apoyan a Juan Grabois en la interna, estuvieron todos. 

Massa llegará a Santa Fe con la tranquilidad de haber cerrado con el FMI. Aunque los niveles de endeudamiento del país son un espanto, la situación de estos días confirma que hay deudas y deudas. Que no es lo mismo deberle una montaña de dólares al FMI que deber una montaña de pesos. 

“El objetivo es tener estabilidad económica. Y Massa negocia con la condición de que Argentina tiene que crecer, solo creciendo se puede pagar. Y que hay cuestiones que son decisiones soberanas del país. Lo que quedó claro con el gasoducto Néstor Kirchner, porque si era por el Fondo no se hubiera hecho”, dicen en el equipo del ministro.

Massa acaba de prometer que será el presidente que “derrote a la inflación” a pesar de que cumplirá un año al frente de Economía con un IPC interanual por encima del 110%. Y así todo es el sostén principal de un gobierno cuyo presidente perdió toda centralidad y casi nadie le presta atención. Todo recae en Massa: es responsable de que la Argentina pueda sacar la cabeza de abajo del agua por un rato asfixiado por la deuda que no puede pagar; y a la vez tiene que encender la ilusión y la esperanza para batallar contra Juntos por el Cambio.

Además del acuerdo con el FMI, Massa recibió un regalo de Patricia Bullrich en La Rural. La precandidata volvió a mostrar falta de solidez en materia económica y dificultades para comunicar sus planes teniendo a Luciano Laspina para atajar esos penales. Podría decirse que Rodríguez Larreta también festeja la pifiada si no fuera porque arrastró a todo Juntos por el Cambio a un deja vú onda pesadilla: 2001, el blindaje, De la Rúa, Bullrich ministra de aquel también pésimo gobierno, y el jefe de Gobierno interventor de Pami y director de la DGI.

 
Lejos del ruido

 

Maximiliano Pullaro, el candidato del medio millón de votos, se mantiene lo más lejos posible de la pelea entre Bullrich y Larreta. Se siente parte del proyecto nacional de Juntos por el Cambio, y en ese contexto permite que ambos usufructúen el resultado que consiguió el domingo 16, pero no quiere repercusiones en Santa Fe de una interna que lo único que podría traerle son problemas. 

Pasada la espuma de ese triunfo, es un buen momento para mirar lo que el voto popular está haciendo con Unidos para Cambiar Santa Fe, es decir la alianza entre el Frente Progresista y Juntos por el Cambio.
El primer dato es que la interna, y con ella el poder de conducir, la ganó Pullaro, uno de los dos candidatos que ponían el acento en que Unidos es un proyecto esencialmente provincial por más que lo conduzca la UCR. La otra era Mónica Fein pero no es de Juntos por el Cambio.

Pullaro quiere evitar que la campaña se nacionalice.

Dos semanas después de la elección Pullaro profundiza esa idea: “La campaña debe seguir siendo provincial. Que vengan Larreta, Bullrich o Schiaretti… yo hoy tengo una responsabilidad institucional. Prefiero que gane Larreta, pero soy el candidato de todos. Vamos a acompañar en el orden nacional porque hay un modelo que perjudica a Santa Fe y debe cambiar, pero en la campaña discutiremos problemas de Santa Fe”.

Hay un dato sorprendente que dejaron las primarias: en el bautismo electoral, el voto popular moldeó a Unidos a imagen y semejanza del Frente Progresista más que de Juntos por el Cambio. 

Basta con ver que, de ganar en septiembre la Gobernación y la categoría Diputados, la mitad del interbloque oficialista serían legisladores socialistas que no integran Juntos por el Cambio. Aún si Pullaro mañana cambiara de posición, no le resultaría sencillo alinear abiertamente Unidos a Juntos por el Cambio sin poner en riesgo el frente que lo sustenta.

A la vez, el frente de frentes lejos estuvo de fortalecer al PRO. Por el contrario, ahondó su caída. Venía de salir tercero en las PASO de 2021 y ahora las listas en las que tuvo mayor protagonismo fueron derrotadas. En la próxima Legislatura, de ganar Unidos la categoría Diputados, Ximena Sola será la única legisladora provincial del PRO. En Rosario hizo mala elección a la intendencia, perdió la candidatura a la senaduría departamental y no ingresará ningún concejal nuevo de esa fuerza, lo que nunca había ocurrido desde que en 2009 Laura Bertotto de Weskamp ocupó por primera vez una banca en nombre del partido de Mauricio Macri. La excepción es Gisela Scaglia, la compañera de fórmula de Pullaro.

A diferencia de hace 20 días, cuando Unidos apenas era una alianza electoral de partidos y dirigentes, ahora las urnas empezaron a cincelar el perfil de esa oposición no peronista y le dieron un líder que en las dos primeras semanas mostró destreza para ejercer ese papel.

Entre jueves y viernes Pullaro estuvo en Buenos Aires, donde se ocupó del rediseño (político) de la campaña para el 10 de septiembre. El eje es una campaña provincializada e integradora de todas las categorías, reflejo de un proyecto de poder que quiere abarcar desde las comunas, pasando por la Legislatura, hasta la gobernación.

Hay dos ciudades especialmente en el radar. Rafaela, porque el radical Leonardo Viotti quedó un paso de arrebatarle la intendencia al peronismo. Y Rosario porque es un bastión a defender, un escenario delicado e inédito por esto del enfrentamiento mano a mano entre Pablo Javkin y Juan Monteverde. 

En Rosario la campaña será integradora aun cuando son conocidas las tensiones que hubo entre Javkin y Pullaro. “Ya estamos trabajando juntos. Vamos a aunar todas las categorías detrás del mismo objetivo. Las urnas dejaron una representación amplia, lo que viene muy bien para contener votos: María Eugenia Schmuck radical, Pablo (Javkin) y Ciro Seisas de Creo, Clara García del socialismo, y Pullaro”, dicen en el equipo de campaña del intendente.

Javkin ya cerró acuerdos con Tessandori, con foto incluida, y hubo charlas con Enrique Estévez. Si los votantes de Tessandori representan un desafío porque no es un electorado fidelizado, aunque se presume no peronista, los de Estévez figuran un riesgo de fuga hacia la convocatoria que Monteverde hace al voto progresista. No sería novedad: Ciudad Futura ha crecido los últimos años a costa de desencantados del peronismo y del PS. Por eso el sector del socialismo que encarna Estévez sostiene que Javkin no puede quedarse con tener el apoyo formal de la dirigencia y debe traducirlo en la incorporación de ideas o proyectos a su campaña.

Javkin y Monteverde durante una actividad en Nuevo Alberdi. La foto es de noviembre.

 
El desafiante

 

“Nunca fue más fácil elegir –simplica Juan Monteverde–, solo hay dos opciones. Los que creen que lo que está haciendo el intendente es el buen camino lo votarán a él; y todos los que quieren cambiar, el 80% que no lo votó en las primarias, ahora tiene un espacio nuevo que es Rosario sin miedo”.

La alianza Ciudad Futura-peronismo enfoca en la oportunidad que implica un mano a mano. Concentrará su campaña en discutir “modelos de ciudad”, dice Monteverde, quien reconoce que ya no es “el candidato de Ciudad Futura sino de algo mucho más abarcativo”.

Al igual que Pullaro, se pone a distancia de referencias nacionales: “El gran desafío es proteger lo generado en Rosario, que es una unidad con mucha diversidad e heterogeneidad. De hecho cada fuerza que está en este espacio se proyectará a nivel nacional como mejor crea, pero acá somos Rosario sin miedo y nos elegirá gente que votará distintas opciones a nivel nacional”.

El mano a mano le da la oportunidad a Monteverde (y a la vez lo empuja) a hablarle a sectores sociales más amplios al que acostumbraba Ciudad Futura. Por eso también en esos equipos de campaña se estudian los senderos a tomar, a quién pegarse y a quién no. Marcelo Lewandowski sacó más votos que Monteverde en la ciudad, un indicativo de que puede ayudarlo a crecer. Perotti, con menos de 40 mil votos sería un salvavidas de plomo. Mariano Romero y Fernanda Gigliani, uno y dos de la lista para el Concejo, juntaron a todos los que participaron de la interna del peronismo y aliados. Van a ser necesarios para traccionar votos peronistas que complementan a los votos propios de Ciudad Futura que encarna la lista de Caren Tepp. 

Además de la ingeniería electoral y el juego de alianzas, Monteverde es consciente que si a Javkin lo acosa el desgaste de la gestión en años difíciles, ser “el cambio” y “lo nuevo” lo obliga a él a convencer de que también están preparados para gobernar.