Pasado el cimbronazo del 22 de octubre por la inesperada victoria del candidato de Unión por la Patria, al que le siguió una primera semana de reacomodamiento del mapa político argentino, ahora sí Sergio Massa y Javier Milei se metieron de lleno en la campaña para el balotaje.

La caída a zona de descenso de Juntos por el Cambio, la transferencia de Macri y Bullrich al equipo de Milei y la clasificación de Massa para la segunda vuelta redistribuyó el juego más allá de la política misma. A tal punto que Jorge Lanata y Baby Etchecopar se prestan a extensas entrevistas en la pantalla de C5N. Es una anécdota, una comidilla de este proceso electoral, pero muy representativa de lo que significó para un sector del electorado que el principal espacio opositor de la última década no haya llegado a la final.

Milei y Macri llaman a elegir entre kirchnerismo/antikirchnerismo. La fórmula conserva potencial electoral, pero compite contra sus propios promotores. Desde las dudas que generan la agresividad y la inestabilidad emocional de Milei hasta la campaña misma, que navega en un aquelarre insólito, en el que Bullrich confiesa su deseo de que “explote todo ya” y los libertarios acallan voceros porque todos los días era un gol en contra. En el medio, el protagonismo de Macri que obliga a Milei a aclarar una y otra vez su liderazgo y genera dudas sobre qué se quiere hacer y qué no si llegan al gobierno.

A Massa, en cambio, le va bien en su tarea de acumulación política. Recibe guiños de respaldo de amplios sectores del establishment empresario, que no quieren probar “el salto al vacío” que les propone Milei.

Entre lunes y martes el candidato de Unión por la Patria recorrerá Córdoba y pasará por la ciudad de Santa Fe. En la capital de la provincia la organización eligió el gimnasio de una universidad pública para montar un acto en modo celeste y blanco capaz de convocar más allá de Unión por la Patria.

En Córdoba, Massa enfrenta una pelea desigual. En el balotaje de 2015 el voto antikirchnerista en esa provincia sepultó las chances de Daniel Scioli. Ocho años después Massa quiere evitar aquel 70/30, pero no es fácil entrarle al cerco que armó el cordobesismo peronista fundado por De la Sota.

Con Schiaretti no corre aquello de que “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Sus guiños a Milei son indisimulables: en la previa de la llegada de Massa tuiteó su rechazo “al juicio político a la Corte Suprema que impulsa el gobierno kirchnerista del ministro Sergio Massa”, y mandó a decir a los intendentes peronistas que este lunes no deben acompañar al candidato presidencial en James Craik, Río Cuarto y Córdoba capital. Mientras tanto, el gobernador electo Martín Llaryora hace cuentas. Se alinea a la neutralidad de Schiaretti pero por lo menos no le tira pases-gol a Milei.

Por el contrario, el socio principal de Schiaretti hasta el 22 de octubre, el Partido Socialista, definió votar a Sergio Massa en el balotaje. El PS, que como la UCR, el peronismo y la izquierda fue descalificado por el líder libertario, encontró en el “No Milei” la base para una posición unánime. La disyuntiva “democracia versus autoritarismo” no opaca su condición de partido de la oposición, aclaró.

El balotaje, de reojo

A diferencia de Córdoba, que está en el ojo de la disputa, en Santa Fe la campaña para el balotaje casi no alteró la política local. Fuera del peronismo, que pausó su interna hasta el 20 de noviembre y se involucró de lleno en la campaña de Massa, los partidos que integran Unidos para Cambiar Santa Fe sentaron posición y volvieron a los asuntos provinciales.

Maximiliano Pullaro apenas regresó de Estados Unidos convocó a la prensa, expuso su posición, y se sacó el tema de encima para pasar a dedicarse de lleno a la transición santafesina.

Al ratificar la línea de neutralidad fijada por el Comité Nacional de la UCR, se desembarazó como pudo pero rápido de aquella temprana manifestación que había hecho a favor de Milei cuando todavía era candidato y buscaba el apoyo de ese universo de más de un millón de santafesinos que en las Paso nacionales había repartido sus preferencias entre Bullrich, Rodríguez Larreta y el libertario.

En estos días la preocupación de Pullaro está puesta en el deterioro de la situación económica, y su repercusión en las cuentas de la provincia, que desde el primer trimestre del año arrastran déficit. Las autoridades salientes resaltan que “la foto general no es mala”, porque es una provincia productiva, con capacidad de recaudación propia y con niveles bajos de endeudamiento. 

Sin embargo, el futuro ministro de Economía Pablo Olivares informará esta semana, probablemente este mismo lunes, que la proyección del rojo para el último mes del año será de 150 mil millones y ascendiendo. La causa: salarios con cláusula gatillo y la dinámica inflacionaria que indexa los gastos.

No está en juego el pago de salarios de diciembre, pero Olivares ya avisó a quienes serán sus pares de gabinete que a partir de enero la administración de las cuentas provinciales “será día a día”.

Seguridad es el otro frente que el gobierno Pullaro atacará de entrada valiéndose de su mayoría legislativa. Enviará proyectos de reforma orgánica del Ministerio Público de la Acusación para dotarlo de mayor verticalidad, entre muchos otros aspectos, y de adhesión a la ley federal de narcomenudeo, para lo cual se planifica la creación de una fuerza específica que integrará hombres y mujeres que ya son parte de la Policía de Santa Fe con otros de otras procedencias.