Cuando el hincha cree que tiene un minuto de disfrute, el Mundial te pega un cachetazo. Argentina le ganaba cómoda a Australia, pero un rebote inesperado dio en la cara de Enzo Fernández y llegó el descuento de los socceroos. 

Con la mínima diferencia es imposible no sufrir. Cualquier accidente te manda al alargue, cualquier error te condena a los penales. Y sí, es una condena cuando fuiste superior. Y ahí cualquier cosa puede pasar.

Encima, los fantasmas arrecian en manada cuando ves a Lautaro Martínez perderse dos goles hechos, como los que le sirvió Messi en el final. 

Y en la última bola de la noche qatarí, la ruleta rusa. Mano a mano Garang Kuol con el Dibu. El pibe de 18 años, que había entrado recién, sintió que le llegaba la gloria. Los australianos se levantaron de sus asientos para festejar. Los creyentes argentinos rezaron, los agnósticos argentinos también. Y el arquero se le tiró encima al pibe del Central Coast Mariners y tapó la que tenía que tapar para convertirse en héroe.

Es claro que Argentina debió ganar por dos goles o más, pero el Mundial no te deja disfrutar. Le pasó a España, que hizo siete goles y poco después casi se queda afuera. También le pasó a otros. Ahora, a nosotros nos pasó todo en 90 minutos. 

Argentina se asumió superior a Australia y manejó el partido desde el arranque. Es cierto que no encontró los espacios, pero Messi lo volvió a abrir. Como contra México. Después el equipo funcionó mejor. 

En una avivada anotó el segundo y posteriormente pudo golear. Con espacios, el seleccionado albiceleste generó no menos de seis situaciones de peligro y no la metió. 

Llegó el tiempo de sufrir. Por suerte, esta vez la fortuna estuvo del lado argentino. Ya se sabe, todo equipo que quiera levantar la copa necesita, además de hacer mérito, al azar de su lado.