La imputación por asociación ilícita sobre la llamada Banda de los Menores, que comenzó la semana pasada y demanda varias jornadas en el Centro de Justicia Penal, parece avanzar por dos carriles. Uno es el de los delitos ligados a la violencia territorial y al narcomenudeo, que involucra a nueve integrantes del grupo y a varios prófugos. El otro, más reciente, apunta a Lautaro “Laucha” Ghiselli (31) y su rol como jefe de la barra de Rosario Central. Un espacio de poder que, de acuerdo con los fiscales, fue tomado por asalto por el prófugo Matías Gazzani y su gente, tras el homicidio de Andrés “Pillín” Bracamonte, en noviembre del año pasado.

Ghiselli no figura en la investigación por balaceras y crímenes atribuidos a la banda surgida en barrio 7 de Septiembre, ni tampoco en la venta de drogas, el negocio que, junto con el poder de fuego y los contactos, cimentó la estructura criminal bajo el mando del prófugo Gazzani, desde 2020.

Sin embargo, a criterio de la Fiscalía, testimonios reservados, fotos y audios de celulares ajenos involucran a Ghiselli como “organizador”, al menos desde 2025, de la organización criminal. En otras palabras, la acusación sostiene que Laucha no se habría encumbrado en la tribuna sin el padrinazgo de Gazzani y Los Menores.

Hasta su detención el pasado 13 de agosto, Ghiselli ocupaba el lugar de “jefe de la barra”, un término que su familia rechaza por considerarlo exagerado: “Es un montón”, aseguran.

En diálogo con Rosario3, la madre, una hermana y un allegado perfilaron al “hincha caracterizado” Laucha, quien ya era conocido en el mundo canalla antes de su aparición en las páginas delincuenciales. Y, como era de esperar, negaron toda atribución que lo vincule a la mafia.

Sostienen que su designación como “referente” máximo se resolvió entre “los socios del club” en la Ciudad Deportiva de Rosario Central, tras la detención de Leopoldo “Pitito” Martínez en diciembre de 2024. Martínez era uno de los cabecillas de Los Guerreros, hoy preso por encubrimiento en la causa que investiga los crímenes de Bracamonte y Daniel Attardo.

De acuerdo con su entorno, fueron los propios hinchas quienes decidieron que Ghiselli asumiera como referente de la hinchada “casi como en un acto democrático”, para evitar que el espacio quedara “acéfalo”. Aclaran que Laucha y Pitito se conocían, pero “no tenían trato”. Y remarcan que Ghiselli y su entorno siempre pagaron de sus bolsillos los colectivos que gestionaban y “nunca con dinero del club”.

“No hay ninguna evidencia para que mi hermano esté en el lugar donde está ahora (preso). En ningún momento lo consideramos un barrabrava, como lo nombran por todos lados, o «el jefe de la hinchada»”, señala su hermana, quien no oculta cierta antipatía con quien fuera el antecesor de Laucha en la tribuna.

“Antes en el club no entraba cualquier socio. Desde que está Lautaro yo puedo ir con mis hijos. Antes no era un club familiar”, opina.

El “antes” refiere a los tiempos de Pillín. “En popular no iba cualquiera. Una familia con niños no podía ir. Hoy los referentes de la institución están contentos con Lautaro. Incluso la policía: cuando entra la barra no hay pelea ni robos. Antes saqueaban”. También mencionan el cobro de canon a los carritos de comidas que, según con quien se hable, habría mermado o desaparecido.

Quienes lo apoyan destacan que los que acompañan a Ghiselli “son de toda la vida, como él”, desde la época que Laucha empezó a viajar en el célebre Crazy Bus siendo adolescente.

“Bracamonte no lo quería porque Lautaro sacaba un colectivo y llevaba mucha gente. No era rivalidad: eran personas distintas. Lautaro hizo todo laburando”, subrayan, haciendo hincapié en la “autogestión” de Laucha, y el en el hecho de “poner plata de su bolsillo” para los viajes y la comida.

Según relatan, Laucha trabajó como vidriero, carpintero, jardinero y canillita. A los 18 años entró a la empresa Cromosol, donde permaneció cinco años hasta lesionarse un hombro y una rodilla. Tras ganar un juicio laboral compró una chapa de taxi. Luego ingresó a una constructora en San Lorenzo, volvió a lesionarse y con otra indemnización obtuvo otra chapa.

“Ahora no lucran con el club, no hay amenazas para exigir plata ni barras representantes de jugadores”, remarcan en su entorno. Creer o reventar. Y aportan un dato de color sobre la representatividad tribunera de Laucha: “La mayoría de los jugadores de Central ya lo seguía en Instagram”.

“Lo de él es pura locura por el club, fanatismo por los colores, nada más. Es una locura decir que lo designó Gazzani, a quien no conocemos”, sostienen sus familiares.

Mientras tanto, su abogado, Martín Marini, plantea su mirada jurídica: “Por ahora no hay una sola evidencia que vincule a Lautaro con un delito individual, como sí ocurre con otros investigados. Tampoco hay pruebas de que forme parte de una asociación ilícita y mucho menos de que responda a Gazzani. Para ser «organizador» hay un requisito previo: ser miembro. Y hasta acá no pudieron demostrar siquiera que lo sea, porque no se sabe cuál es su aporte”. Además, calificó de “criticable desde un punto de vista constitucional” que su defendido lleve treinta días incomunicado.