En esta nueva etapa económica argentina, con Javier Milei liderando, nos enfrentamos a un escenario desafiante. En este juego económico, donde Macri y Fernández dejaron un guión lleno de giros, Milei se encuentra en el centro económico nacional con una tarea monumental por delante.
La inflación ronda el 18%, una amenaza constante para los bolsillos. Pero va más allá de ser solo un número. Es una bomba de tiempo que Milei hereda, con su velocidad cercana al 300%, una ruleta rusa económica. Las tasas de interés juegan una partida compleja, marcando territorio con esa "bola" de pasivos remunerados en el Banco Central, donde el control de la base monetaria parece un enigma.
Milei, en su papel de devaluador en jefe, se enfrenta a la disyuntiva del ajuste cambiario. ¿A qué altura fijará el dólar? ¿650 pesos, como propone Francos, o nos aventuraremos a un territorio más desconocido? La ruleta gira, y el riesgo de una espiral inflacionaria espera su turno.
La devaluación desencadena una liberación de precios relativos. Es el momento en que los subsidios, ese escudo protector, caen como hojas en otoño. El combustible y los servicios públicos se asoman al escenario sin su manto protector, y los costos productivos se encienden como luces de neón. La cadena alimentaria, ese hilo invisible que conecta a todos, se tambalea.
En este cuadro de ajuste económico, asoma el espectro de la estanflación, como un déjà vu del "Rodrigazo". El salario, actor secundario que ya viene arrastrando penurias, verá su suerte en picada, afectando el poder adquisitivo de las masas. Milei se embarca en un equilibrio peligroso, intentando evitar la recesión profunda mientras esquivamos la tormenta precios-salarios.
La ecuación macroeconómica se revela como una partitura disonante. El consumo se resiente, la inversión espera hasta que el mercado se calme, y el gasto público reduce su ritmo. Solo las exportaciones e importaciones pueden dar un compás potencial, pero el déficit fiscal exige rápidos ajustes.
En este drama, el Congreso se presenta como un escenario crucial. La capacidad de Milei para orquestar acuerdos parlamentarios y sortear resistencias políticas determinará si esta obra tiene un final aplaudido o abucheado. Con la nueva composición de diputados y senadores, donde las divisiones en el Pro y el radicalismo son el telón de fondo, la complejidad se eleva.
Los ajustes propuestos por Milei, ese recorte del PBI, apuntan a jubilaciones, pensiones, asignaciones familiares, y hasta a los siempre esquivos subsidios. Pero la resistencia política asoma su nariz, y las posibles consecuencias sociales se alzan como fantasmas en el escenario.
La gestión de Milei se presenta como un drama teatral. Enfrentándose a desafíos económicos y políticos, busca ese delicado equilibrio para evitar la tragedia de una recesión profunda y lograr una estabilidad que hace tanto tiempo nos parece esquiva. La incertidumbre persiste, y solo el tiempo dirá si esta obra económica logra cautivar al público o cae en el olvido.

Comentarios