Las redes sociales se convirtieron en un aliado tanto para quienes tienen una propiedad y buscan alquilarla como para los que están buscando un lugar dónde mudarse. Solo basta con publicar el pedido para que el contenido se viralice entre los interesados con una red de contactos siempre dispuesta hacerlos matchear. Más temprano que tarde, un amigo de un amigo que busca se termina encontrando con un amigo de un amigo que ofrece y así es como crecen los contratos por fuera de la Ley de Alquileres.
Sucede que es muy difícil para quien está arrancando y decide ir a vivir solo, en otra ciudad, por motivos laborales o académicos “atarse” a un contrato de tres años como estipula la actual Ley de Alquileres. Y encima, desembolsar una cantidad de plata para pagar comisiones, mes de depósito, honorarios y demás gastos que implica una mudanza.
La historia de Laura, es real y seguro refleja la situación de muchos jóvenes. En busca de mejores oportunidades por fuera de su pueblo natal decidió probar suerte en Rosario. Para eso, lo elemental era conseguir dónde vivir. Bastó con publicar en Instagram su deseo de encontrar un departamento en la ciudad para que llovieran las propuestas. Y todas eran de alquileres temporarios.
Sin antes habérselo cuestionado, la idea de instalarse primero en un lugar transitorio comenzó a fijarse con mayor fuerza. Probar y que no funcione está dentro de las posibilidades de cualquiera. Lo que pasa es que en ese arriesgar se pierde mucho dinero y las cosas sabemos todos que no están fáciles para nadie. Así que mejor hacer una prueba piloto desembarcando con una valija, miles de sueños y ganas de conquistar un nuevo lugar. Laura priorizó darse tres meses para confirmar que este era su destino elegido antes de mover 400 kilómetros todas sus cosas.
Qué opciones se pueden encontrar
Al analizar cada una de las alternativas, los precios eran muy dispares pero las condiciones de contratación similares. Sin garantías ni comisiones. En cuanto al costo, el paquete de los departamentos temporarios abarca desde el valor mensual de la unidad amoblada hasta impuestos y servicios (Internet, cable, expensas TGI, luz, gas, agua, API).
Por este combo, un completo desconocido le pedía a Laura $500 mil pesos mensuales por un departamento de categoría, de un dormitorio, en una zona cotizada de Rosario. En tanto, una persona que la conocía le ofreció acomodarle el precio casi a la mitad de lo que solía publicarlo. Hablamos de pasar de $14.000 diarios a $8.000, una considerable rebaja pero que no terminaba de cerrarle al traducirse en $240 mil mensuales.
Los mensajes seguían cayendo y entre lo que más se ajustaba a su presupuesto apreció un departamento chiquito, luminoso, a pasos del Parque de la Independencia y sobre una arteria principal de la ciudad. Ni las toallas se tenía que llevar. El propietario lo tenía equipado con muy buen gusto, una cocina kitchenette que incluía horno eléctrico, frigobar, vajilla, varios electrodomésticos, internet y cable funcionando. Todo por $140 mil a precio de septiembre.
Sin contrato de por medio
El contacto se dio por un amigo en común. Por esto motivo Laura, solo debía pagar el mismo día que se le otorgaba la llave. Sin contrato de por medio. Solo la buena fe y la amistad compartida hicieron exitoso el acuerdo. Ahora bien, qué pasa si Laura se siente a gusto y se quiere quedar de forma definitiva. Como las cosas están planteadas, el dueño de la propiedad le aclaró que está dispuesto a renovarle los meses que sean, con un ajuste trimestral. Tal es el caso, que tiene otros inquilinos que llegaron con la idea de quedarse un mes y ya van dos años renovando.
No obstante, hay una cláusula. Según este propietario, si la Ley de Alquileres cambia y resulta beneficiosa para ofrecer la propiedad con alquileres fijos, saca todas las unidades de temporario y se amolda a la normativa. Hasta entonces seguirá así, porque tal como describe, es inviable y no es rentable tener un contrato por tres años con ajustes anuales.
Sin dudas ante este panorama lo que se pone en juego es la confianza. Ya que el contrato termina siendo de palabra. ¿Cuántos están dispuestos a asumir ese riesgo? Al parecer son muchos los que prefieren arriesgar porque sienten que tienen menos para perder. Vale destacar que no es la intención de esta nota hacer apología de la ilegalidad, simplemente se trata de reflejar una realidad que está latente.
Pero no todos caben en la misma bolsa. Hay quienes optan por lo tradicional y ven en el mercado formal y en las inmobiliarias un marco de contención a la hora de negociar, resolver problemas, delegar el contacto directo, la intimación ante un incumplimiento, entre otras acciones.
Sin ver la luz, los cambios en la Ley de Alquileres pasan de una comisión a la otra y para referentes del sector el ruido solo es mediático. Para quienes realicen acuerdos en estos días, la ley de 2020 sigue en vigencia y quienes necesiten actualizar sus contratos vigentes enfrentarán un aumento interanual del 112%.
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