En el mundo de las finanzas, como en un asado entre amigos, hay momentos en los que el humo se espesa y todos empiezan a mirarse con cierta desconfianza. Algo así está pasando en el mercado financiero argentino tras la reciente medida del Banco Central (BCRA) que flexibiliza las condiciones para los créditos en dólares. La decisión, que en principio busca dinamizar el crédito y fortalecer las reservas, ha generado más de un dolor de cabeza entre analistas y actores del mercado. ¿Por qué? Porque, como bien dice el refrán, "el que se quema con leche, ve una vaca y llora". Y en nuestro país, las quemaduras con deudas en dólares son una cicatriz que todavía duele.
Hasta ahora, el BCRA mantenía una regulación estricta: solo podían acceder a créditos en dólares aquellas empresas o personas que generaran ingresos en la moneda estadounidense. Es decir, básicamente, los exportadores. Esta medida, aunque restrictiva, buscaba proteger al sistema financiero de los vaivenes cambiarios y evitar que se repitieran episodios traumáticos como los de la crisis de 2001/2002, cuando los bancos tuvieron que tapiar sus ventanales para protegerse de ahorristas enfurecidos. Sin embargo, la nueva normativa permite que incluso quienes tienen ingresos en pesos puedan endeudarse en dólares, siempre y cuando el dinero no salga de los depósitos de los ahorristas, sino de líneas crediticias con el exterior o de la emisión de Obligaciones Negociables (ONs).
Pero, como en un buen partido de fútbol, las jugadas arriesgadas pueden salir muy bien o muy mal. Y aquí es donde entra el nerviosismo. ¿Qué pasa si hay una devaluación? Las empresas que hoy emiten ONs en dólares tendrían que facturar más pesos para devolver la deuda, lo que en el pasado derivó en procesos de pesificación que perjudicaron a los inversores. Como bien advierte un alto ejecutivo de un banco de capital extranjero: "No me gusta que se flexibilice si se presta a no generadoras de dólares. El tema es que algo salga mal, y tengamos algún sacudón en depósitos". Es decir, el fantasma de los '90, cuando se otorgaban créditos en dólares a pymes que vendían en el mercado interno o a asalariados en pesos, sigue rondando.
Uno de los puntos más delicados es cómo se considera a aquellos que venden bienes en dólares, como desarrolladores inmobiliarios o concesionarios de autos. Para los más "fundamentalistas", estos actores no pueden ser vistos como generadores de dólares, ya que sus compradores necesitan cambiar pesos en el mercado. "Aun cuando vos tengas dólares guardados, no los podés generar. Solamente el exportador puede considerarse un generador de divisas", explica el ejecutivo. Esta sutileza técnica, aunque parezca menor, es clave para la estabilidad del sistema en caso de una crisis.
El influyente analista Christian Buteler lo resume con una frase contundente: "El dinero es fungible". Es decir, en caso de crisis, no será tan fácil separar los dólares de los créditos de los depósitos de los ahorristas. Y aquí es donde entra el verdadero riesgo. Si los bancos prestan en dólares y se produce un salto cambiario, quienes tomaron esos préstamos podrían verse en una situación muy complicada. Y, como en un efecto dominó, los bancos tendrían que conseguir dólares para devolver sus propios préstamos en la moneda extranjera. Emiliano Libman, economista de la consultora Equilibra, lo explica con claridad: "Si el fenómeno es acotado, no pasa a mayores. Pero si el problema es de magnitud importante, podría ocurrir una crisis bancaria".
El economista Jorge Colina, de la Fundación Idesa, va un paso más allá y señala que "no es tan fácil separar en compartimentos estancos una parte del activo del banco y asociarlo sólo a una de su pasivo". En otras palabras, si hay problemas con el tipo de cambio, la capacidad de pago de los deudores se verá afectada, y eso impactará en toda la hoja de balance del banco, incluyendo a los depositantes. Y aquí entra otro factor preocupante: en Argentina no hay un prestamista de última instancia en dólares. Es decir, si las cosas se ponen feas, no hay un respaldo sólido que evite el colapso.
Pero, ¿por qué el BCRA tomó esta medida ahora? El timing no es casual. La decisión se comunicó el mismo día en que el presidente Javier Milei se reunió con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. Aunque el encuentro fue diplomático, no hubo señales de un desembolso de dólares frescos. Esto alimenta la sospecha de que el gobierno está buscando alternativas para mejorar su fondeo, ante la posibilidad de que la ayuda del FMI se demore. Y aquí es donde el crédito en dólares juega un papel clave: cada vez que una empresa se endeuda en dólares, le cambia al BCRA los dólares por pesos. Esto permite fortalecer las reservas y expandir la base monetaria sin presionar sobre la inflación.
Este mecanismo ya mostró su eficacia tras el blanqueo de capitales, que ingresó u$s22.500 millones al sistema bancario. Sin embargo, hay señales de que el boom del crédito dolarizado podría estar llegando a su fin. Según un estudio del economista Amílcar Collante, el nivel de préstamos en dólares ya se ubica en línea con los niveles históricos, lo que sugiere que el crecimiento podría estar cerca de una meseta. Esto tendría un impacto directo en la capacidad del BCRA para seguir comprando divisas, justo en un momento en que el debate por el atraso cambiario agrava la tensión en el mercado.
En resumen, la medida del BCRA es una apuesta arriesgada. Por un lado, busca dinamizar el crédito y fortalecer las reservas. Por el otro, abre la puerta a riesgos que podrían desestabilizar el sistema financiero. Como en un asado, todo depende de cómo se maneje la parrilla. Si el fuego está bien controlado, el resultado puede ser espectacular. Pero si se descuida, el asado se quema. Y en Argentina, ya sabemos lo que pasa cuando las cosas se queman.
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