Cansados de sus trabajos en relación de dependencia, a comienzos de 2020, los rafaelinos Agustín Pongolini y Gonzalo Molinari decidieron dejarlos y arriesgarse a emprender. Licenciado en Administración de Empresas el primero, ingeniero industrial el segundo, le hicieron caso a su pasión por la coctelería y se pusieron a estudiar cómo fabricar un gin premium. Tras varios meses de ensayo y error, obtuvieron una fórmula que los convenció y sus primeras 200 botellas se agotaron en una semana. Poco más de un año más tarde, quedaron segundos en el denominado “Mundial de los Destilados” celebrado en Inglaterra y ahora buscan quintuplicar su producción para comenzar a exportar.
“Nos gustaba ir a Rosario a tomar gin, veíamos que había todo un auge del consumo de destilados y por eso nos preguntábamos cómo se producía, hasta que decidimos hacerlo nosotros mismos”, comenzó diciendo Pongolini a Ecos365. Así fue como empezaron a investigar el tema, se leyeron varios libros al respecto e invirtieron en un alambique, el aparato mediante el cual se destilan los líquidos mediante un proceso de evaporación por calentamiento y posterior condensación por enfriamiento.
“La idea era hacer un lindo gin para consumir con un asado. Estuvimos experimentando ocho meses, probando las temperaturas y tiempos hasta obtener una bebida balanceada y sofisticada que nos gustó”, recordó. El resultado de la receta, que incluye bayas de enebro, semillas de coriandro, piel de limón, cardamomo verde, pimienta de Jamaica, clavo de olor y raíz de regaliz, fue probado por sus allegados de distintas edades que validaron su trabajo.
Animados por aquel éxito inicial, los jóvenes sumaron otra maquinaria para ampliar capacidad productiva. Como necesitaban lugar para instalarla, junto con las líneas de recepción de insumos, layout y las cadenas de montaje, reciclaron un galpón que la familia de Pongolini utilizaba para vender autopartes y al que acondicionaron para su nueva función.
Finalmente obtuvieron la habilitación nacional para destilar, algo que muy pocas marcas de gin nacionales tienen, ya que muchas de ellas consiguen su producto de la fabricación a fasón de aquellas que sí tienen el ok normativo. Así surgió el gin Inmigrante, nombre elegido en homenaje al abuelo del joven y que también responde al contexto de su aparición. “Nuestro gin nació en pandemia, cuando nadie podía viajar, y pensamos en que sería la botella la que podría viajar y no conocería de fronteras”, describió. A fines de 2020 salieron al mercado.
Ya asentados con una producción de 9 mil botellas mensuales, hacia octubre del año pasado enviaron una de ellas al World Gin Awards de Inglaterra, un certamen de Inglaterra en el que se seleccionan los mejores gin en los estilos reconocidos internacionalmente y se promueven los mejores del mundo entre los consumidores y el comercio mundial. “Ocho jueces internacionales cataron cada gin a ciegas y nos terminaron eligiendo como el segundo mejor de Argentina en la categoría London Dry”, destacó el cofundador de Inmigrante.
El gran resultado los llevó a posicionarse todavía más en el país y les abrió las puertas internacionales, paso que darán una vez que suban la producción. “Importaremos un alambique con gran tecnología que nos permitirá quintuplicar la producción para llegar a las 35 mil botellas mensuales, con lo que aumentaremos la presencia nacional y pensamos llegar a países vecinos”, adelantó. Antes de concretar este desembolso, se aseguraron la provisión de botellas, insumo en falta a nivel mundial, tras invertir en una matriz para tener una botella de vidrio 100% reciclada, y acordaron con una cristalería para que los abastezca.
“Nos posicionamos como una marca del segmento medio-alto, con una botella que se consigue a $1.700, pero que destaca por su producto de calidad, ideal para hacer Martinis o Negronis, y por ser boutique: cada una se envasa y etiqueta a mano, lo que nos otorga un diferencial”, cerró Pongolini y agregó que este boom de las bebidas destiladas “llegó para quedarse”.

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