Desde 1982, el 2 de abril ya no es un día más en Argentina. La Guerra de Malvinas, tan injusta como cruel, atravesará por siempre el corazón de un pueblo que está permanentemente resiliente. Hubo muchos sueños que quedaron “allá” y otros que, afortunadamente, pudieron cumplirse con el correr de los años. De todas maneras, la vida no ha sido la misma para todos aquellos combatientes que participaron de la gesta.
En esta fecha tan especial, Ecos365 decide mostrar una de las historias que pueden ser contadas por su protagonista. Ricardo De Giorgio es un productor agropecuario de Santa Fe, que está a cargo del establecimiento ganadero “El Crucero”. Como advertirán los lectores en las próximas líneas, el nombre no es casual.
Como tantos otros jóvenes, Ricardo salió “sorteado” a comienzos de la década del ’80 para realizar el Servicio Militar Obligatorio. El azar quiso que la Infantería de Marina sea su próximo destino y fue asignado a la Base Naval “Puerto Belgrano”, ubicada en Puerto Belgrano. “Me tocó el Crucero Belgrano”, recuerda y, a partir de este instante, el nudo en la garganta perdura durante toda la entrevista.
“Nosotros el 2 de abril recibimos la noticia del comienzo de la Guerra estando en Puerto Belgrano y con el crucero de la navegación partimos el 16 de abril. Fuimos hasta Ushuaia”, rememora. Está claro que el inicio del conflicto marcó a todos en ese entonces. Sin embargo, para Ricardo hay una fecha más emblemática aún.
Y así lo asegura: “jamás voy a olvidar el 2 de mayo porque ese día nos torpedearon”. En efecto, a las 16.02 el primer torpedo del submarino nuclear inglés impactó en la sala de máquinas del “Belgrano”. El segundo le destruyó la proa y el buque comenzó a irse a pique. A las 16:23, el Comandante dio la más triste y dolorosa orden que un comandante le puede dar a su tripulación: abandonar el buque.
“Ese 2 de mayo hicimos una guardia denominada “Crucero de Guerra”, estuvimos casi 24 hs todos y cuando el buque sale de la zona de exclusión, nos relajamos un poco y a las 16 hs nos torpedearon. Yo en el momento del impacto estaba descansando a punto de prepararme para la otra guardia”, recuerda De Giorgio como si fuera hoy.
El “guardián eterno”
El crucero tardó una hora en irse a pique a 4.200 metros bajo el mar, en el fondo de la cuenca de Los Yaganes, al sur de las Malvinas. Fue la mayor tragedia naval de la historia de la Armada Argentina. También una de sus mayores pruebas de heroísmo. En total fallecieron 323 hombres, casi 300 en el primer instante del ataque y el resto falleció en las balsas por las heridas, el frío o el oleaje que se los llevó a lo profundo. El crucero ARA “General Belgrano” estaba a 210 millas al sur de la isla Gran Malvina y allí quedó como guardián eterno.
Al relatar los minutos posteriores al impacto, Ricardo cuenta: “cada grupo tenía asignado una balsa, asi que nos subimos y estuvimos a la deriva unas 25 hs hasta que nos levantó un buque que, después de buscar sobrevivientes, nos llevó a Ushuaia y después a Puerto Belgrano”. Y amplía: “ahí nos revisaron, nos dieron unos días de licencia y después nos reasignaron de vuelta a destino; en mi caso, me tocó la Escuela Naval Militar Río Santiago [Ensenada; Bs As]”.
La voz se entrecorta y la respiración, también. Son segundos donde Ricardo percibe a la perfección un instante que llevará consigo por siempre.
Volver a la vida y seguir
Al momento de comenzar la “Colimba”, Ricardo contaba con su madre y su padre, que se ocupaba del negocio familiar. “Siempre fuimos productores dado que mi abuelo fue el precursor de la empresa”, confiesa. Finalizado su etapa militar, tuvo que volver a la vida y continuar, a pesar de la experiencia vivida en carne propia.
Por eso, incursionó en la universidad con una carrera que se relaciona de manera directa con el sector agropecuario. “Empecé a estudiar veterinaria en 1983 en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de Esperanza (en ese entonces conocida como FAVE); me costó recibirme porque no me fue fácil, pero por suerte pude hacerlo”, remarca. A la hora de argumentar la elección de la carrera, reconoce que siempre le apasionaron los grandes animales como las vacas o caballos.
Una vez recibido, llevó sus conocimientos al establecimiento familiar y comenzó a brindar asesoramiento a otras firmas, pero con el paso del tiempo dejó de ejercer y se dedicó 100% a su empresa. Actualmente hace cría en un campo de 200 hectáreas ubicado en el distrito de Helvecia (Departamento Garay), muy cerca del límite con el Departamento San Justo. El “plantel” cuenta con 120 madres y después de tantos años destaca con orgullo que prácticamente la totalidad del rodeo es Braford, una de las razas carniceras por excelencia.
Los obstáculos de hoy nada tienen que ver con aquellos que padeció en Malvinas, pero desde el punto de vista productivo está obligado a relucir ese espíritu combativo y resiliente que presenta. “Al ser un pequeño productor, si te dedicas a una sola línea de negocio (ej cría) tenes que darle para adelante. Hasta la semana pasada tenía que buscar agua porque no había nada y asó van surgiendo costos operativos que van surgiendo que hacen todo se hace cuesta arriba”, admite.
Por supuesto que la sequía le pegó fuerte a este productor ganadero que hace unos días recibió uso 180 mm en el campo, que fueron vistos como una bendición en medio de la terrible situación que afronta el sector.
Pese a todo, no se resigna y sigue. Probablemente sea una de las grandes enseñanzas que le dejó la Guerra de Malvinas. “No es fácil ser productor en Argentina, pero hay que darle para adelante, no queda otra”, concluye.

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