La tercera versión del “Dólar soja” decepciona y acelera los tiempos: ¿en qué dirección?

Jorge Vasconcelos y Maximiliano Gutiérrez, de la Fundación Mediterránea, analizan el escenario económico contemplando las dificultades argentinas 

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Con las Reservas netas del Banco Central acercándose peligrosamente a cero entre fin de abril y principios de mayo (brutas en torno a 35,9 mil millones de dólares), luego de casi tres semanas de vigencia del “dólar soja III”, inevitablemente se encendieron todas las luces de alarma.

En el mercado de futuros el tipo de cambio oficial pasó a ser negociado a un precio implícito de 360 pesos por dólar para fin de agosto, un salto de casi el 60 % para un horizonte de menos de cuatro meses, y los precios de los productos de primera necesidad se han disparado en los canales de venta que están fuera del área de influencia de “precios justos”.

Para conseguir “dinero fresco” del FMI, el gobierno debería negociar otro acuerdo. Al parecer, lo que se está negociando es un cambio del cronograma de desembolsos que, de todos modos, deberían ser reservados para hacer frente a los pagos de aquí a fin de año. No habría un cambio en el signo de los flujos bilaterales, ya que de aquí a fin de año la Argentina deberá pagar al FMI unos 3.500 millones de dólares por encima de los desembolsos previstos de Washington a Buenos Aires.

A diferencia de las ventanas previas de dólar soja, en el arranque de la versión III el BCRA finalizó abril con un saldo de compras netas de divisas prácticamente nulo (solo u$s 35 millones). Al no poder revertir las tendencias previas, el primer cuatrimestre de 2023 terminó con un saldo de ventas netas de divisas por casi u$s 3.000 millones.

Las dificultades argentinas

Más allá del severo problema introducido por la sequía, la dificultad de la Argentina para recuperar reservas externas tiene que ver con las políticas macro. Al persistir en el déficit fiscal, con predominio del gasto y falta de ahorro, se empuja a un déficit cada vez más pronunciado en la cuenta corriente del balance de pagos siendo que, ante el nulo ingreso de capitales, la única forma de aumentar reservas es lograr superávit en esa variable. De hecho, la cuenta corriente del Balance de Pagos pasó de un superávit de 1,4 % del PIB en 2021 a un déficit de 0,6 puntos en 2022 y apunta a un rojo cercano a los 2 puntos del PIB en 2023

Frente a las turbulencias, el BCRA elevó la tasa de interés mínima garantizada a personas físicas hasta el 91% anual para las imposiciones a 30 días (140,5% de TEA y 7,78% TEM). Para el resto de los depósitos a plazo fijo la tasa mínima garantizada se establece en 85,5% (128,5% de TEA), al igual que para las personas jurídicas.

En el primer trimestre, el gasto del sector público nacional se ha incrementado a un ritmo del orden del 90% interanual, unos 12 puntos porcentuales por encima de la variación de los ingresos, de 78% interanual. En caso que se aspire a una aceleración de los desembolsos del FMI, la trayectoria fiscal debería invertirse, moderando el gasto, para evitar desvíos recurrentes en las metas comprometidas. Es posible que los recientes anuncios de fuertes ajustes tarifarios en electricidad y gas (como forma de recortar subsidios) formen parte de la nueva agenda en discusión entre el gobierno y el staff del FMI.

Los futuros del dólar dan cuenta de la mayor fragilidad de la macro. Las tasas implícitas de estas operaciones para fin de agosto han dado un salto de más de 140 puntos entre el 12 de abril y los últimos datos, una verdadera escalada. No debe ser considerado una casualidad que las mayores expectativas de devaluación se concentran hacia fin de agosto, fecha inmediatamente posterior a las elecciones primarias (las PASO). El tipo de cambio implícito en las operaciones pactadas para fin de agosto es de $360,6, un salto cercano al 60% en menos de cuatro meses.

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