Tambo con aroma de mujer: la historia de la santafesina premiada por su amor a la lechería

Claudia Gerlero fue una de las 20 mujeres rurales distinguidas con el premio “Lía Escalada”. Desde Bernardo de Irigoyen, hace 34 años apuesta con su familia por una actividad tan noble como sacrificada. “Esto no es un trabajo, es una pasión”, reconoce orgullosa.

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Cuando uno se mete de lleno en el mundo del agro, conoce de cerca el esfuerzo y dedicación de cada persona que apuesta, invierte y arriesga con un solo objetivo: producir alimentos. Y, al mismo tiempo, comienza a entender cada proceso productivo. Y cuando eso pasa, definitivamente uno puede afirmar que la lechería es una actividad distinta a todas. Hay muchísimos ejemplos que retratan a la perfección lo que significa “hacer el tambo”.

La provincia de Santa Fe cuenta con una de las cuencas lecheras más importantes de América. Con establecimientos en su gran mayoría “chicos” o “medianos”, dependiendo la escala, los productores a diario generan uno de los alimentos más nobles y nutritivos que existe, a partir del cual surgen otros que también resultan claves en la vida humana. En el Departamento San Jerónimo se encuentra Bernardo de Irigoyen, un pueblo ubicado a unos 80 km de Santa Fe y a casi 100 km de Rosario.

"No es un trabajo, es una pasión", define Claudia Gerlero con toda razón.

Se trata de una zona agrícola – ganadera que refleja el potencial del sector agropecuario. Allí está el establecimiento “Don Nito”, que actualmente comandan Marcelo Aimaro y Claudia Gerlero, con la colaboración directa de sus tres hijos: Marcelo y las “mellis” (Marina y Ariadna). Hace unos días la familia tuvo una caricia muy especial, 100% merecida, que honra la figura de la mujer rural.

En la Facultad de Agronomía de la UBA se entregaron los Premios “Lía Encalada” a 20 mujeres que trabajan en diferentes ámbitos rurales. Y, en la categoría “Lechería”, precisamente Claudia se quedó con el reconocimiento. Ecos365 decidió contactarla para conocer sus sensaciones, su historia y, en definitiva, su vida. ¿El dato? Hace 34 años de manera ininterrumpida está abocada a la actividad, con un principio inamovible: “no me importa el día, la hora y el clima, amo a los animales y el tambo es mi vida”.

No importa el clima ni la época. Desde hace 34 años, dice "presente" en el tambo.

La relación de Claudia Gerlero con la lechería comienza a fines de la década del ´80. En 1989 decidió contraer matrimonio con Marcelo Aimaro, hijo de “Nito” quien fuera el hacedor del establecimiento. Por ese entonces arrancó ordeñando y así lo hizo hasta el séptimo mes de embarazo de su primer hijo (a comienzos de la década del ´90). Pero, con el paso del tiempo y las obligaciones familiares, fue cambiando de roles en el tambo. “Después empecé en la guachera a atender los terneros, luego hice boyeros y le di pasto a las vacas, pero ahora voy cuando me fata personal o bien, para llevar a cabo tratamientos a los animales”, reconoce.

Producción y obstáculos

La unidad productiva cuenta con unas 380 vacas que producen unos 8.700 litros diarios. De todas maneras, el “plantel Holando” va variando en el número, dependiendo la época del año. “Ahora empezaron las pariciones así que en julio tendremos alrededor de 410 vacas en ordeñe”, confiesa.

Como en todo negocio a cielo abierto, el clima se convierte en un aliado cuando acompaña y en el principal enemigo cuando no lo hace. Y en estos últimos meses así fue: “la sequía nos pegó fuerte. El silo de maíz es poco y de baja calidad, en cuanto al pasto demasiado bien estamos porque teníamos bastante cantidad, aunque no con la calidad optima, pero a los granos de maíz directamente los estamos comprando”.

Por eso vino realmente muy bien la lluvia que se registró durante la semana. Según cuenta, cayeron unos 120 mm en la zona que brindan “algo de esperanza” teniendo en cuenta que algunos lotes de maíz todavía están en carrera.

Cada vez que se necesita, la productora vuelve a la fosa para colaborar con el ordeñe.

Sin embargo, el volumen de agua caído pone sobre la mesa uno de los grandes problemas del sector: los caminos rurales. Y así lo manifiesta Claudia: “el pueblo más cercano está a 17 km [Bernardo de Irigoyen] y cuando llueve se llena de barro, hay que pasar cañadas y es complicado. Ahora se están haciendo trabajos desde el pueblo hasta nuestra zona rural y al menos la mitad estará ripiado”.

Las tormentas en el campo también suelen provocar complicaciones desde el punto de vista energético, porque “llueve un poco y se corta la luz”, de acuerdo al relato de la productora. “Eso es muy perjudicial para nosotros e incluso, en algunas oportunidades, hemos estado días sin energía eléctrica”, admite.

“No es un trabajo, es una pasión”

Al ser consultada sobre la distinción que recibió, Gerlero destaca: “es una visibilización muy importante este premio para todas nosotras. Había mujeres el día de la ceremonia, como por ejemplo una señora que hace 40 años que trabaja en una empresa y era la primera vez que alguien reconocía su trabajo”. Y resaltó: “es importantísimo para nosotras”.

Trabajadora, honesta, leal y optimista por naturaleza, Claudia se encarga de definir en pocas palabras lo que representa el tambo en su vida: “para mí no es un trabajo, es una pasión”

En total, 16 mujeres fueron distinguidas y hubo además 4 mencones especiales. 

Cae remarcar que la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentina realizó la segunda edición del Premio Lía Encalada (en honor a la primera ingeniera agrónoma egresada de FAUBA) que reconoció por segundo año consecutivo a las mujeres que trabajan en el ámbito rural. Además de Claudia Gerlero, otras 15 mujeres recibieron distinciones en distintas categorías, pero además hubo 4 menciones especiales para profesionales y empresarias del sector que también constituyen un verdadero ejemplo a la hora de exhibir la importancia de la figura femenina en el agro.

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