Javier Milei llegó al poder prometiendo dinamitar todo. Y en la última semana apretó otro botón: en los últimos días, su gobierno pateó el tablero y liberó parcialmente el cepo cambiario. Adiós cupos, chau dólar blend, hola dólar único con flotación administrada (sí, eso existe) entre $1000 y $1400. ¿Qué significa eso en criollo? Que ahora los exportadores liquidan todo por el mismo canal y las empresas pueden girar utilidades sin pasar por el confesionario.
El flamante "Plan Tormenta de Dólares", nombre marketinero si los hay, debutó con lluvia de billetes: USD 13.500 millones fresquitos (USD 12.000 del FMI y USD 1.500 del Banco Mundial). Con semejante paraguas, el Banco Central frenó el intento de los especuladores de buscar nuevos récords. Y el dólar bajó. Y todos respiraron. Bueno, casi todos.
El gobierno aplaudió la apreciación del peso, convencido de que eso frena la inflación y permite sumar reservas. Pero del otro lado, incluso los fans del mercado advierten que este dólar planchado puede ser un ancla para la producción y el turismo. O sea, la tormenta de dólares puede venir con granizo industrial.
Santa Fe: el campo no está para usados
En Santa Fe, capital nacional del "esto ya lo habíamos fabricado", el nuevo modelo cayó como tractor chino en medio de una feria de maquinaria nacional. La autorización para importar maquinaria agrícola usada encendió las alarmas en una provincia que fabrica casi la mitad de la maquinaria del país y genera miles de empleos. “Es un retroceso”, dijo Gustavo Puccini, ministro de Desarrollo Productivo provincial.
Desde Santa Fe ya elevaron la voz (y varios informes) mostrando que importar fierros de segunda es dinamitar décadas de desarrollo. Incluso la AIM y FISFE pusieron el grito en el cielo ante la eliminación del certificado CIBU, clave para proteger a la industria local.
En resumen: lo que para el AMBA es “competitividad”, para el interior es “extinción con papeles”.
Coparticipación: un nuevo round del clásico Nación vs Provincias
Pero el cortocircuito no se queda en los fierros. También llegó al corazón de las cuentas públicas: la coparticipación. En el combo de reformas que el gobierno firmó con el FMI se coló una propuesta para cambiar el sistema de reparto federal de impuestos. Pero las provincias no estaban invitadas a la firma.
Santa Fe, que ya viene bancando sin recibir ni un peso desde enero para su Caja de Jubilaciones, no tardó en reaccionar. El ministro Pablo Olivares no anduvo con vueltas: “El FMI no habló con nosotros. Y el que se compromete en nombre de otros, que después se haga cargo”.
¿Traducción? La Nación firma y promete con recursos ajenos, mientras las provincias tienen que poner la cara (y la plata) en seguridad, salud y jubilaciones. El temor de fondo es que esta “autonomía fiscal” esconda un modelo de competencia desleal entre provincias: las ricas bajan impuestos, las pobres suben retenciones. Y el federalismo, bien gracias.
Dólares que entran, dólares que giran (¿y cuándo salen?)
Con el cepo en terapia intensiva, el gobierno activó dos turbinas para sostener la tormenta: la liquidación del campo y el regreso del carry trade. Milei fue clarito con el agro: “Apúrense a liquidar, que en junio vuelven las retenciones”. Una forma elegante de decir “hagan caja ya”. Y funcionó: los granos empezaron a caer como fichas en una tragamonedas.
Se espera un ingreso de USD 25.000 millones entre abril y mayo. Y mientras el dólar se moja, en Rosario se hará el primer remate de soja con clima de “¿quién se anima a pedir más?”.
Pero también volvió el viejo amor de los especuladores: el carry trade. Bienvenidos los “dólares golondrina”, que entran a tasas altísimas, hacen su agosto en pesos y después… bueno, después ya sabemos. En 2018, cuando el plan se llamó “gradualismo” y el piloto era Macri, todo terminó con estampida. Pero “Toto” Caputo jura que esta vez es distinto. Como cuando decís “con esta relación va a funcionar, lo prometo”.
La buena: el dólar se calmó y la brecha con el paralelo casi desapareció. La mala: nadie sabe cuánto durará la paz.
Tormenta global, paraguas local
Mientras tanto, Caputo se fue a Washington. Allá lo esperan el FMI, el Banco Mundial y un contexto internacional que parece escrito por George Orwell: guerra comercial, aranceles, proteccionismo y una directora del Fondo advirtiendo que el planeta “está en problemas”. Buen momento para pedir plata, ¿no?
En ese torbellino global, Argentina intenta mostrar que su experimento libertario no se va a descarrilar. No hay reunión prevista con los enviados de Trump, pero sí con Georgieva, Banga y los popes del G20. El objetivo es claro: convencer al mundo de que Milei no es solo un tuitero con motosierra, sino alguien que puede ordenar el país (al menos un rato).
Pero si el mundo entra en recesión o se encarece el comercio, la tormenta de dólares puede transformarse en llovizna. Y eso preocupa, sobre todo, a las provincias productivas. En Santa Fe ya se preguntan en voz alta: “Si la Nación se queda con menos impuestos, ¿nos va a devolver al menos las rutas, los trenes y vamos a participar de la Hidrovía?”. Buenas preguntas. Todavía sin respuesta.
¿Lluvia de dólares o inundación federal?
El plan Milei promete inversiones, dólares y eficiencia. Pero también puede ser la primera escena de una tormenta federal. Y como todo buen experimento argentino, arranca con euforia, sigue con dudas y –si no se recalibra– puede terminar con paraguas rotos.
Santa Fe, como siempre, está atenta. No para frenar el cambio. Pero sí para que esa lluvia no le arruine la cosecha.
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