Hace casi 7 años Leo Messi pasó a unos pocos centímetros de la Copa del Mundo, pero lamentablemente no pudo saber cuánto pesa. “Es lo más lindo que te puede pasar como jugador de fútbol, tenerla en tus manos. Somos miles y miles de jugadores y yo fui un privilegiado de saber cuánto pesa esa copa”, dijo Diego alguna vez.

Hace casi 7 años, Leo ingresó al Maracaná encabezando, como capitán, la hilera de futbolistas de la selección argentina que disputaría la final de Brasil 2014 frente a Alemania. Entre medio de ambas selecciones estaba el trofeo que al final levantaron los europeos.

La historia es conocida, la coronación no pudo ser. A pesar de los “beneficios” del sorteo, la Tercera no pudo ser. Argentina tuvo apenas 2 rivales de fuste en aquel Mundial, Holanda y Alemania, pero no pudo ser. No pudo convertirles ni un solo gol.

Leo casi no compitió en aquella tarde aciaga del escenario más emblemático del mundo. Falló un gol que casi nunca falla, pero en líneas generales transitó el campo de juego sin sobresalir, muy lejos de sus parámetros.

Este sábado tendrá una segunda oportunidad. No será la final de un Mundial, pero será en el Maracaná y frente a Brasil, ingredientes suficientes para suponer que si no es una revancha de aquello, se le parece bastante. Ganarle una final a Brasil en el Maracaná sería un impacto a la altura de la jerarquía del personaje del que se habla.

Este Messi no es aquel. Éste está transitando su mejor competencia con la selección argentina y siente que puede ser. Aquel jugó la final contra Alemania casi resignado, al menos eso transmitió, como si previera el final. Y encima recibió el premio de las tres tiras al mejor futbolista de la competencia que hubiera querido revolear por los aires. La Fifa no da puntada sin hilo y protegió a su estrella más allá del resultado y de su rendimiento, que estuvo muy por debajo de sus posibilidades. A él no le gustó, sólo quería la Copa del Mundo, pero ese día hizo muy poco para conseguirla aunque la selección mereció mejor suerte que la derrota en tiempo suplementario.

Esta vez es bien diferente. Leo hizo mucho, casi todo, para que Argentina llegue a la final de esta Copa América que se proyectó en Argentina y Colombia y terminó en Brasil.
Leo es, hasta aquí, el mejor futbolista del torneo. Con claridad, sin discusiones, muy por encima de Neymar, su principal competidor.

El guión de esta Copa América es muy diferente al de aquel Mundial.

Otra vez el Maracaná y una final. Esta vez, encima, contra Brasil.

El Kun Agüero, que ingresó en el segundo tiempo de aquella final, y Angelito Di María, que fue el gran ausente por lesión, también tuvieron al alcance de sus manos la chance de alzar la Copa del Mundo en el Maracaná y hoy, desde sus roles secundarios, uno más que otro, pueden considerar que la final con Brasil en Río de Janeiro es una muy buena chance de sanar gran parte de aquella herida.

Albicelestes y verdeamarelhos ya jugaron cuatro finales, tres de ellas de Copa América, y Argentina sólo pudo ganar la primera en un lejano 1937. Pero es apenas una estadística que no marca ninguna tendencia.

El martes se cumplirán siete años de aquella final en el Maracaná. Unos días antes, Leo tendrá su segunda oportunidad y fundamentalmente Argentina la chance de cortar una insólita sequía de 28 años.

No es la final de 2014, pero se le parece bastante.