“Ya no va a haber nada que nos alivie el dolor que sentimos, que no cesa nunca. Es muy triste todo lo que vivimos durante estos tres años. Pero por lo menos queremos tener la tranquilidad de saber que las personas que nos hicieron tanto daño –a nosotros y a Beto– van a pagar. Que no van a seguir su vida como si nada hubiera pasado”. Así se expresó Antonela González, hermana de Beto, un joven asesinado a tiros por error el 1° de abril de 2019 en Villa Gobernador Gálvez.

El caso, cuya investigación develó una trama mafiosa, llegó a juicio oral este lunes. En el banquillo hay tres imputados: Marcelo Ezequiel “Pala” o “Pariente” Gorosito; acusado como tirador, por quien el fiscal Gastón Ávila solicitó 35 años de prisión; Ariel Antonio “El Gordo” López, piloto de la Yamaha YBR utilizada para cometer el crimen, por quien solicitaron 32 años; y Eliana Soledad Segovia, por quien pidieron 4 años, ya que en su casa durante un allanamiento fue hallada el arma homicida y otras dos armas. El tribunal está integrado por los jueces Román Lanzón, Gustavo Pérez Urrechu y Hebe Marcogliese.

Juan Alberto “Beto” González tenía 23 años y trabajaba 12 horas diarias como repartidor de achuras para un frigorífico de Villa Gobernador Gálvez. El 1º de abril de 2019 fue acribillado de doce balazos en la puerta de la casa de su amigo Brian Orellano, a quien esperaba para salir a bailar, y murió dos días después. En medio de la conmoción, sus familiares dijeron que había sido asesinado por error. Y así lo demostró la investigación.

Para llegar a esa conclusión y acreditarla, la Fiscalía debió peritar el celular de Orellano, que mantenía un “sospechoso silencio” sobre la muerte de su amigo, según lo expuesto en la audiencia imputativa.

En el peritaje surgió que Orellano era amenazado en chats de Messenger por Brian Ismael “Pocha” Sánchez, un joven vinculado a la banda de René Ungaro que fue condenado a 20 años por tres crímenes y tres tentativas de homicidio.

“Estuve viendo un par de fotos tuyas y andás con un par enemigos míos. Todo mal. Este año te voy a re explotar. Me voy a la calle y te la voy a re poner, te voy a reventar toda tu casa. Fíjate que no chamuyo. Vas a tener que pagar, si no tenés plata, poné la Tornado con todos los papeles o te mando plomo. Tengo un par de amigos y tu casa está de regalo”, le había escrito Pocha (que no fue llevado a juicio) a Orellano. Beto González nada sabía de estas amenazas, según sostuvo su familia.

“Este caso es un fiel reflejo del flagelo que vive la ciudad de Rosario y sus alrededores. Un claro ejemplo de cómo se maneja una de las tantas bandas criminales que hay, que se financia con estupefacientes y que opera en la zona sur de Rosario y en Villa Gobernador Gálvez. Y que dentro de esos manejos, cuando algo o alguien no les gusta, pasan a la violencia. A la violencia armada, letal y sin miramientos”, describió el fiscal Gastón Ávila durante el alegato de apertura.

Y agregó que el grupo criminal “tenía un plan y una intención concreta. Fueron hasta allí para matar al dueño de casa, Brian Orellano. El móvil no está del todo claro. Un posible amorío con una familiar de un miembro de esta banda criminal, no haber accedido a las extorsiones que otro miembro del grupo le hizo o, quizás, la posibilidad de que Brian pasara información sobre los movimientos que en Tablada hacían estos criminales. Lo cierto es, sin dudas, que querían eliminarlo”.

Eran las 22.45 de ese 1° de abril y Beto González esperaba fuera la casa de Orellano que éste bajara. En ese momento llegaron Pala Gorosito y Gordo López en una moto YBR. La descarga de plomo fue sin piedad. Beto murió 48 horas después en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca).

Desde entonces, en la casa de los González en barrio Paladini los días están atravesados por el dolor y las lágrimas. “La reparación es imposible. Se sigue igual, hay que levantarse y trabajar igual, hay que ocuparse de nuestros hijos, pero siempre sabiendo que nos falta una parte de nosotros”, dijo la hermana de Beto en la previa del juicio. Y añadió que la rutina de sus padres “es llorar”.

Los celulares y las pistolas

Dos semanas después del crimen en la Unidad Penitenciaria de Piñero se produjo una requisa completa del pabellón N° 13 en el marco de una investigación por las balaceras al Poder Judicial.

De uno de los teléfonos incautados se pudo extraer chats de WhatsApp en los que Gorosito confesaba sin remordimiento a un recluso: “(Beto) Estuvo en el lugar y en el momento equivocado. ¿Qué querés que haga? Ya no me podía frenar, hermano, hay que dejar pasar un mes, vamos por el otro y lo hacemos pelota”. La evidencia extraída de ese teléfono se sumó a la que aportó el celular de Orellano.

El 3 de junio de 2019, la Policía Federal (PFA) capturó en barrio Tablada a Gorosito, y le secuestró dos teléfonos. En agosto de ese año, un grupo de la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) allanó el domicilio de pasillo ubicado en calles Ayacucho y Estado de Israel. Allí detuvieron a Eliana Soledad Segovia (hija de la Gringa Ávalos, una mujer fallecida imputada junto a René Ungaro por asociación ilícita) y a su pareja, el Gordo López. Además de la detención de ambos, y del hallazgo de más de un kilo de marihuana y de 282 gramos de cocaína, la TOE secuestró tres armas de fuego. Una de ellas, una pistola 9 milímetros marca Bersa, era el arma homicida, determinó un peritaje.

“Si alguien muere baleado en Rosario «algo hacía o en algo andaba» y la realidad es que cada día hay más gente inocente, así como Beto. Sabemos que no somos los únicos que pasamos por esto”, dijo Antonela a Rosario3, en la previa de la concentración que se llevó a cabo este lunes frente al Centro de Justicia Penal (CJP), donde declaró junto a su mamá y su papá en la apertura del juicio.

Antonela reflexionó sobre la violencia que atraviesa la sociedad, consciente del dolor irreparable que sufren familiares de víctimas que se suman a diario. “Cada muerte y vida arrebatada es como si nos mataran otro poco. Es volver a revivir, ponernos en el lugar de esa familia. Nos pesa mucho todo lo que pasa. Siempre me pregunto cómo es que llegamos a ser lo que somos, en Villa Gobernador Gálvez y Rosario, lo que se vive no lo puedo creer. Como puede ser que haya tanta droga, tanta gente que sale a matar porque sí”.