El agro argentino sigue padeciendo los efectos de una sequía histórica. Después de tres años consecutivos sufriendo los efectos del fenómeno “La Niña”, el segundo semestre de 2023 representaba una luz de esperanza para los productores, teniendo en cuenta los reportes agroclimáticos que proyectaban hace unos meses (y hoy ya confirman) la llegada de “El Niño”. Sin embargo, las lluvias siguen brillando por su ausencia y el escenario es asfixiante para muchos.
Un ejemplo de ello es Diego Sara, un productor ganadero que tiene una explotación en Presidente Roca, localidad ubicada en el Departamento Castellanos, a unos pocos kilómetros de la ciudad cabecera, Rafaela. Allí, cuenta con 260 hectáreas (alquiladas) en las cuales hace agricultura (soja y trigo) y ganadería, engordando animales con un sistema netamente pastoril y también dedicándose a la cría.
La situación que atraviesa Diego es calamitosa. Como a muchos, la foto actual está marcada por un “combo letal” que empuja y preocupa. “Climáticamente es grave y económicamente es muy difícil por la presión impositiva que existe; los precios van y vienen, la inflación rompe todo y la incertidumbre electoral también afecta. El combo es complejo”, describe en diálogo con Ecos365.
Con un tono calmo, pero tenso a la vez, rememora las inundaciones y las sequías que sufrió a lo largo de su vida como productor. Fueron muchas, pero no duda en afirmar que los últimos tres años “fueron los peores que yo vi”. Y agrega: “llevamos casi cuatro cosechas seguidas con malos resultados”.
En su zona, en el centro oeste santafesino, han llovido alrededor de 525 mm 10 meses de 2023. “Los tengo anotados”, confiesa. Se trata de la mitad de las precipitaciones que conforman la media anual (unos 1.000- 1.100 mm). Y allí se explica gran parte del problema. “Venimos con tres años de seca y hoy las napas están a 10 metros; para recuperarnos debieran llover 500 mm en tres meses”, expresa.
El costo de subsistir
“La única manera que un productor pequeño como yo subsista es descapitalizándose”, asegura Sara tras ser consultado por las formas de subsistencia en momentos así. “Tenemos que tomar decisiones que no queremos para poder seguir funcionando, comprando comida, pagando deudas, ocupándonos de los costos fijos”, remarca. Y admite: “si fuera un año normal, el pequeño productor alquila algunas hectáreas más, cambia equipos y genera trabajo, pero en este escenario directamente no se puede”.
Para peor, afirma que “las ayudas estatales son pocas y llegan tarde”. No obstante, resalta que el productor “no necesitaría ayuda estatal”, sino que “podría funcionar solo, pero hoy el Estado mete la mano en el bolsillo llevándose el 70% de la renta”.
Comida justa y trigos malos
Con tantos años padeciendo el mismo problema, y de manera consecutiva, las famosas “reservas” para alimentar a los rodeos ya han prácticamente desaparecido. Por eso, la pregunta del millón para el productor santafesino es la siguiente: ¿cómo alimentar a los animales en este contexto?
“En mi caso estamos con alguna bolsa de silo que queda todavía, pero casi no hay rollos y las pasturas están con lo justo. Hace casi 4 meses que no llueve acá. Las vacas están a rollo, algo de alfalfa, silo y un poco de maíz (grano), pero cuidamos las reservas como oro”, señala. Y, al ser consultado por el estado de los trigos que implantó, indica: “nosotros tomamos la decisión con el asesor de esperar al cultivo para no picarlo, pensando que en septiembre iba a llover, pero finalmente no ocurrió. El trigo está mal, muchos han tomado la decisión de picarlo y otros hicieron rollo; yo creo que será un cultivo otra vez que dará pérdida”.
Así están los trigos y así los suelos, no les llueve de antes de sembrarlos, con el agravante de tres años secos y el perfil de humedad que no se dónde está. No deberían ocuparse de esto los funcionarios tanto pciales que nacionales o para que están. La situación es grave. pic.twitter.com/Bc2FenuPH4
— Diego Sara (@DiegoSara10) September 25, 2023
“¿Cómo voy a empezar de nuevo ahora?”
El estado de ánimo de Diego Sara está en niveles muy bajos. Decepción, desazón y bronca, son tres sentimientos con los cuales convive a diario, producto de las lluvias esquivas y la presión tributaria.
El desánimo es tan grande que aporta una reflexión tan real como dura: “hay momentos que me cruza tirar todo a la mierda, pero desde que dejé la facultad estoy en esto y la verdad es que se lleva adentro. Tengo que seguir, es lo que sé hacer y además tengo 52 años, ¿qué voy a empezar de nuevo?”
Y concluye: “¿sabes qué es lo peor? Que uno sabe que podría funcionar esta actividad aún con el clima en contra, pero la presión impositiva es inviable e imposible de dimensionar”.

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