El superávit fiscal y la falta de pesos para alimentar una corrida son el caballo de batalla del discurso oficial, para diferenciarse del fracaso de programas económicos similares de anteriores gobiernos liberales. Sin embargo, al igual que en la gestión de Mauricio Macri en 2018, desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), sostienen que "se debió recurrir a un salvataje del FMI para evitar que el déficit de cuenta corriente junto a la fuga de capitales derrumbe el actual programa de estabilización".
A diferencia de aquella experiencia, el crédito del fondo permitió reducir la incertidumbre y estabilizar el dólar. El éxito del actual salvataje del FMI respecto a la experiencia de 2018 parece basarse en dos cuestiones: "El escaso ingreso de grandes fondos especulativos internacionales logrado por Milei en relación a los que se habían posicionado en activos argentinos en los primeros años de gestión Macri; y una política cambiaria más discrecional, con intervenciones indirectas para guiar al mercado, en contraste con la libre flotación con licitaciones sin efectividad para guiar la trayectoria del tipo de cambio de aquel entonces".
"De no reabrir los mercados de crédito voluntario para el 2026, la imposibilidad de tomar nueva deuda pondrá en jaque la sostenibilidad del modelo económico".
Aun así, la apreciación cambiaria, el rojo de la cuenta corriente y el sobreendeudamiento heredado de la anterior gestión Caputo, mantienen la incertidumbre cambiaria hacia adelante y explican por qué, pese al financiamiento de u$s 12 millones otorgado por el FMI, el riesgo país permanece en niveles considerables que dificultan el refinanciamiento de los pasivos externos.
¿Es sostenible el actual programa?
Más allá de las diferencias con la experiencia de 2018, el panorama económico actual no luce alentador en el mediano plazo. El discurso oficial se centra en las diferencias que obedecen a los pesos de la economía (superávit fiscal, pasivos remunerados, stock de pesos), pero poco dice de la dinámica de las cuentas externas, es decir los DÓLARES de la economía.
El saldo de la cuenta corriente es deficitario desde junio-2024, y el saldo de bienes y servicios es muy inferior al del primer semestre de 2024 (Gráfico 7), explicado en gran parte por el déficit generado por Viajes y Turismo (Gráfico 8). El superávit de mayo se explica por el anticipo de liquidaciones de las exportaciones del sector oleaginoso, producto del fin de la disminución de las retenciones –30 de junio–. Con una baja considerable de esas exportaciones en el segundo semestre, es altamente probable que vuelva el déficit.
Además, por el lado de la cuenta financiera, desde la salida del CEPO la Formación de Activos Externos para personas humanas dejó un saldo negativo de más de u$s 5.500.
"A mediano plazo, los vencimientos de deuda externa ponen una necesidad de financiamiento adicional", indicaron desde el CESO.
"La estrategia oficial parece ser apostar a un posicionamiento geopolítico cercano a Estados Unidos que ayude a reabrir los mercados de deuda para en 2026, comenzar a pagarle al FMI y renovar los abultados vencimientos de deuda externa".
Al momento, se ha obtenido financiamiento por u$s 12 millones del fondo, dos REPO’s por u$s 3 millnes con bancos privados, y un monto similar de otros OOII. A ello se sumó un incipiente ingreso de u$s 1,5 millones de grandes fondos especulativos para realizar la bicicleta financiera (carry trade) montados sobre los BONTEs2030, que permitieron llevar las reservas internacionales cerca de los u$s 40 millones.
No obstante, la apreciación cambiaria y el rojo de cuenta corriente parecen mantener la alerta de los fondos internacionales, tal como plantea el JPMorgan en un reciente informe a sus inversores llamando a abstenerse de invertir en Argentina.
"Sostener el actual esquema económico a pura deuda no parece alentador para una economía que se encuentra sobre-endeudada desde la última aventura especulativa de Caputo en tiempos de Macri".
Esos fundamentos parecen pesar en la resistencia a la baja en el riesgo país, manteniendo cerrados los mercados voluntarios de deuda desde aquella última colocación de febrero de 2018. "De no reabrirse el financiamiento para 2026, la imposibilidad de rollear la deuda forzará una reestructuración, poniendo fin a esta nueva aventura especulativa", concluyeron desde el CESO.

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