En el Siglo XIX, el bronce de los monumentos fue para aquellos que construyeron entre ideales y batallas el origen del país. El Siglo XX les tocó, entre disensos aun no resueltos, a los políticos populares más aclamados. ¿Será El Diego una figura que atraviese con su carisma la historia por haber hecho felices a los desdichados?

1.

La horda aturdida ingresa a la Casa de Gobierno. A los empujones, sudados, los negros someten la custodia y trotan en los pasillos, huyendo de los gases que disparan lágrimas que ya tenían consigo. El dolor de la pérdida del Dios Sucio, que Galeano describió, se mezcló con una argentinidad tan genuina. Caos, humo y dolor. Somos eso. Una multitud arrasando, entre el quejido, toda norma. El fin justifica los medios. Desde que bajamos de los barcos huyendo de la hambruna, la guerra y el olvido.





2.

El sistema de discusión política en estas pampas es agotador. Se es tan poco leal a convicciones, ideas y argumentos, que el marote explota intentando entender. El gobierno nacional tan dedicado al cuidado de la salud y el confinamiento, le dio herramientas y logística al Rafa Di Zeo y la barra de Boca para la despedida fúnebre en medio de una muchedumbre que nunca tuvo la intención de cuidar los protocolos sanitarios. La oposición que siempre expuso argumentos anti cuarentena, ahora denuncia la barbarie del desmedido encuentro físico. Cansan. Santiago Cafiero ahora insiste en militar la cuarentena como si la convicción política pudiera encontrar pausas. Desde enfrente criticaron las calles libres de gente con ganas de libertad. Una ensalada siempre.

3.

A Maradona le dieron el balcón en el 86 para que arengue a esa multitud sin un peso en el bolsillo. Antes era el Pibe de Oro. El que entretenía a la multitud salvaje. También en el 90 el balcón. También pasillos, oficinas, universidades, embajadas. Al de Fiorito la arrogancia y la culpa del poder lo sentó para inocularse de ese carisma: ¿ese drogón dislocado al que siguen multitudes del planeta que más puede dar? Una foto, un sillón, un abrazo a cambio de más oro para el séquito que mal o bien siempre estuvo a su lado. Todos querían una gota de esa sangre tan codiciada. De izquierda a derecha.

4.

Dice el escritor Marcelo Scalona: “Maradona fue un artista. Lo que hizo con el fútbol fue una obra de arte. Su solidaridad, su pertenencia de clase. Muchos sintieron que se les moría un familiar. Para él, plegaria y devoción. Un hito de la historia argentina. El que cree que hablamos de un jugador de fútbol no ha entendido nada. Maradona murió porque debía morir. No se aguanta mucho eso de ser Dios y hombre. Él fue un mito viviente desde hace 30 años. No hay cuerpo que resista eso. Nos guste o no, perdimos una guerra en 1982 y cuatro años jugamos a la pelota para saldar esos dolores. Es simbólico, imaginario y real. Para un pueblo, ese partido tiene el valor histórico de una gesta. Eso explica al más de un millón de personas en la calle. Ofenda quien se ofenda: Maradona es un prócer. Contiene de una manera dramática pero extraordinaria “la argentinidad”. De que otra manera se podía evitar esta muchedumbre con necesidad y derecho de despedida.

5.

Los ingleses se despiden de Maradona (en el diario The Guardian) con un viñeta donde el 10 gambetea a toda la cultura social inglesa: Churchill, la Reina Isabel, los Beatles, Shakespeare y Enrique VII, mientras David Bowie mira atónito el cuadro. Nombrar a Maradona en el mundo ha calmado apetitos sin pagar, ha guiado a perdidos, salvado vidas.






6.

Su éxito es posible en la periferia. No en Barcelona: en Nápoles. Negro peronista, zurdo, sufriente. Con tantas contradicciones posibles. Con uno y con otro. “Él lo único que buscaba era que lo quieran”, contó Ruggeri esta semana. El mundo se llenará de monumentos de bronce de Maradona. No van a poder parar la idea de subirlo al atril más alto de la ceremonia. Será más icónico que el Che, que Perón, que San Martin y Belgrano. Inventaremos historias. Tal vez como a un Cristo pagano.

7.

Dice Juan Manuel Sialle, pensador, futbolero, psiquiatra: “Los seres humanos, en nuestra racionalidad, en nuestro intento por hacer calculable el futuro, para hacerlo previsible, nos damos una organización de vida: normas, reglas, cierto modelo de bienestar. Cada tanto aparecen estas personas que en general con algún talento vinculado a las artes o la política nos ofrecen una posición diferente".

8.

Un mundo más epicúreo. Epicuro el pensador que decía que lo más importante era el placer y que todo debía estar direccionado a ese placer. De pronto a los argentinos nos ha acontecido un Dionisio, un Dios laico, un Epicuro, sobre un talento futbolístico maravilloso, le adjudicó una manera de estar en la existencia totalmente transgresora, fuera de toda racionalidad. Esos Dioses laicos se nos han repetido e ingresan a ese panteón y seguramente él va a formar parte de ese panteón, ha dejado de ser Maradona, será El Diego. Y contaremos historias e inventaremos acontecimientos, palabras, actos todo lo posible para construir el mito. Hemos accedido en carne propia a conocer a un Dios laico y estaremos ocupados y gozosos en construir el mito "El Diego”.

9.

Gonzalo llevó a su padre con una bandera argentina a la cancha de Ñuls. El Alberto, con el pelo blanco de sus más de 80, dijo entre lágrimas y aplausos, “con Maradona no había grieta, el defendió siempre a la Argentina”. Grietas había, pero se harán difusas con el tiempo. Gonzalo salió a Buenos Aires para la despedida en la Casa Rosada y se topó con el desmadre del cierre justo antes del ingreso de la Barra de Gimnasia entre el tumulto y los palazos. Su foto escapando del lío fue editada en todos los portales del grupo Clarín. “En la 9 de Julio desde Avenida de mayo hasta Constitución había un millón y medio de personas”, dijo. “Con mi primo David fuimos avanzando como se podía porque no íbamos a llegar. Un millón y medio y lo querían contener una hilera de policías. Todo un caos previsible. Maradona no sé lo que hubiera querido pero seguro que todos pasen a verlo hasta la última persona”, dijo lleno de chichones.





10.

La novela del Dios vivo-muerto seguirá apilando historias. La sucesión, la herencia, las codicias, la mugre linyera del que pide las sobras. Y crecerá el bronce con el barro de la contradicción. Los homenajes, las calles, los estadios, los oportunistas y los oportunos. Detrás de una figura inexplicable con palabras justas, un lugar en el Santuario de los Próceres para un pibe que fue todo. Dibujito animado, héroe, villano, salvador y condenado. Todo eso y mucho más. Falta que resucite y lo vean caminar levitando sobre los charcos de Fiorito. Aunque, claro, él los milagros los hizo en vida. Siempre.