La segunda jornada del juicio contra la presunta banda de Esteban Lindor Alvarado estuvo otra vez enmarcada en una fuerte declaración. En este caso, fue la que brindó Rodrigo Ortigala, quien formó parte de su organización y luego aportó información en su contra tras el asesinato del prestamista Lucio Maldonado y una seguidilla de balaceras que lo tuvieron a él como víctima, pero no por haber recibido disparos, sino porque intentaron incriminarlo a él a través de maniobras de la supuesta organización criminal. Actualmente, ese “testigo estrella” está imputado en otra causa por haber participado en una extorsión cometida por Los Monos.

La declaración se hizo de una forma particular, bajo una figura conocida como anticipo jurisdiccional de prueba: fue grabada en una audiencia que se hizo tiempo atrás, situación que se utiliza cuando el testigo de una investigación corre riesgo de ser atacado antes de la realización de un juicio. Esa manera de atestiguar de Rodrigo Ortigala se prevé que se repita con su hermana, Mariana, también testigo; y con Carlos Argüelles, imputado en la causa por asociación ilícita de Alvarado que declaró como “arrepentido” y fue asesinado en septiembre pasado en su taller mecánico.

El relato del testigo, considerado relevante para los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery, comenzó en cómo conoció a Esteban Alvarado. Aseveró haberlo visto por primera vez en 2005 en un taller mecánico de Provincias Unidas y Juan José Paso en el que coincidieron al ir a comprar repuestos para autos. “El muchacho del taller me dijo: «Tratá de no tener trato. Las personas que están con él terminan muertas o presas»”.

“Después empecé a verlo frecuentemente en el taller. Y lo empecé a contactar a través de una persona llamada Carlos Argüelles, que frecuentaba ese taller. Él estaba (Argüelles) condenado y salía con permisos. Esteban lo buscaba y salían a levantar autos. Así fue la forma en que los conocí a ellos”, afirmó Rodrigo Ortigala.

Una infidelidad, el motivo de la presunta enemistad

El fiscal Schiappa Pietra le preguntó al testigo cuál había sido el “quiebre” en la relación con Alvarado, a lo que Ortigala expresó: “Fue cuando la mujer (ex, Rosa Natalí Capuano) estaba por poner un negocio de ropa. Viajamos juntos. Esteban manejaba y se quedaba dormido de noche. Esos viajes eran a Flores, a la Salada, a comprar mercadería. Me pidió una vez si lo podía llevar. Lo llevé, y medio que empieza en ese viaje una relación con la señora”.

Bueno, estuvimos saliendo. Eso fue en noviembre de 2011. Y fue hasta que se armó el 9 o 10 de febrero de 2012. Me lo acuerdo. Hablábamos mucho por Nextel. Estaba en una agencia de autos por Pellegrini al 5000 de Luis Medina. Bah, la cara visible era él. Era de los dos, pero a nombre de Luis. Había dejado un Peugeot para vender”, señaló y agregó: “David, un chico que trabajaba ahí me llama y me dice que lo había vendido. Cuando fui me empezó a llamar Alvarado para que me llevara una moto”.

“Me empezó a llamar para insistirme con que me llevara la moto; con que vayamos a la cancha a ver a Rosario Central. Después me preguntó si estaba en mi casa y le dije que sí, que estaba solo. Vino en una Eco Sport melliza. Esto fue en Tierra de Sueños 1. Cuando entró la vio a Gisela, mi pareja, y se desconfiguró. A él le gustaba mucho mi casa y me decía que me la quería comprar. Me dijo: «Me dijiste que estabas solo». Ahí me pidió que lo acompañara a buscar una camioneta que tenía para vender. Fui así, en ojotas y malla”, repasó el testigo.

Ortigala contó que en un momento el vehículo de Alvarado “empezó a hacer ruidos” y frenaron a la vera de la ruta 9 camino a Funes. “Me saqué el cinturón y me bajé. Él sacó una pistola y me dice «vos sabés cómo son estas cosas». Ahí lo empujo, nos agarramos sobre un camino de ripio y él empieza a disparar en medio del forcejeo. Había sangre por todos lados. Se dispararon tres o cuatro tiros. Ahí me dice «Pará, loco». Yo me dije, lo tenés que matar. Pero se me vino a la cabeza Luis (Medina). Si lo mato se me viene su gente. Ahí pasó una camioneta de la Policía y yo, atiné a salir corriendo con la pistola en la mano. Él se subió a la camioneta y se fue”, concluyó.

Luego, comentó que fue a su casa y posteriormente a la comisaría, donde entregó el arma y dijo que había sufrido un robo. “Esteban había llamado a mi cuñado Sebastián Felipe y le había dicho que dijera nada porque íbamos a morir todos. Tuvimos que poner plata para irnos de la comisaría. No volví a mi casa porque Esteban seguía amenazando y mandó a Darío Fernández, El Oreja, que tenía 16 o 17 años y era su sicario. Después lo mataron”, sostuvo.

Ortigala luego aseguró que tuvo que encontrarse con su hermana, su cuñado y Alvarado en un bar para ceder mi casa. Después –continuó– el abogado Claudio Tavella (el mismo de Alvarado) “preparó el boleto de compraventa y se lo hizo firmar a mi señora, Gisela”.

Teléfonos espejo, Alvarado, “locuras y Netflix”

Al hacer referencia a la estrategia que usó Alvarado para incriminarlo a él y a Leandro “Chulo” Olivera –un miembro de Los Monos que en ese momento estaba prófugo por balaceras al Poder Judicial–, dijo: “Como tantas locuras y Netflix que ve Alvarado, buscó gente culpable de la otra banda, Los Monos, y no tuvo mejor idea que…no sé, clonar los teléfonos. Armaron un auto igual al mío, lo hizo Argüelles. Lo sé porque él después me lo confesó porque estaba arrepentido”.

“Argüelles me dijo que él había sido el encargado (de pintar de gris plata un Volkswagen Up blanco para hacer parecer que era Ortigala el autor de la balacera a la empleada judicial Marina Marsili). Que querían comprar un Up gris; que se encargó de cambiar los paragolpes y lo pintaron de gris plata. Y armaron todo un sistema de cámara para que se vea el auto y que quedara que era yo quien lo manejaba”, amplió.

Ortigala recordó que, a finales de diciembre de 2018 intentaron sacarle una de las patentes de su Volkswagen Up gris. Cabe recordar que el 31 de enero de 2019 luego balearon desde el Volkswagen Up modificado –según la Fiscalía– el domicilio de la empleada judicial Marina Marsili.

Con respecto a la estrategia de “teléfonos espejo” que utilizó Alvarado para intentar incriminarlo a él y a Olivera en la balacera a la trabajadora del MPA, Ortigala expresó: “Mandaban gente a mi oficina para que impacten las antenas. Para que parezca que era yo quien daba la orden. Hacían ahí cruces de llamadas, todo para que yo quedara involucrado en esto”.

La compleja idea que intentó llevar adelante la presunta asociación ilícita consistió, de acuerdo a la acusación, en enviar a dos personas a domicilios vinculados a Ortigala y Olivera y hacer entre sí llamados telefónicos y cruces de mensajes de texto (el antiguo SMS). El objetivo luego era hacer parecer a los fiscales que Ortigala y Olivera usaban esos segundos teléfonos para coordinar atentados –en un contexto donde Los Monos habían baleado el Centro de Justicia Pena, la sede de Fiscalía y domicilios de jueces y policías–.

“El 21 de diciembre a la madrugada me llamaron a la madrugada. Yo estaba durmiendo. Me pareció raro. Era un teléfono que yo no tenía agendado. Me pareció extraña la insistencia y que me llamaran por Whatsapp y por línea común. Fue algo que nada que ver”, añadió.

Testigo imputado en una causa con Los Monos

En un pasaje de las preguntas formuladas por el fiscal Schiappa Pietra, el funcionario judicial le consultó sobre su situación judicial. “Tengo una condena. Estuve preso y la cumplí. Después tuve con ustedes una citación por escuchas en las que yo salí. En la inmobiliaria que tenemos hay departamentos temporarios. Se lo alquilamos a Maximiliano Díaz, le dicen «Cachete». Salgo en una escucha hablando con él”, respondió.

“Me imputaron. Hablaba con una persona a la que le exigían el pago de dólares. Me preguntaba (Díaz) si los conocía o no”, amplió Ortigala, a lo que el fiscal preguntó: “¿Con quién estaba identificado Díaz?”. “Está identificado con la banda de Los Monos”, argumentó el testigo de la causa Alvarado.