Crisis de bonos en Argentina: BCRA rompe la curva, tasas al 70% y ¿riesgo devaluación?

El colapso del mercado de bonos tras el desarme de las LEFIS dispara tasas récord, expectativas devaluatorias y dudas sobre el rollover de deuda. La recesión se profundiza

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Lo que comenzó como una crisis monetaria por el desarme desordenado de las LEFIS terminó en un verdadero choque de frente con el mercado de bonos domésticos. El Banco Central “chocó la política monetaria” y el impacto no solo desbordó al sistema financiero, sino que dejó al desnudo la fragilidad de la deuda en pesos.

En apenas semanas, las tasas de corto plazo saltaron de niveles del 30% al 70% TNA, con episodios de vértigo que llevaron a una caución intradiaria del 150%. La TAMAR, referencia mayorista de los bancos privados, escaló al 59% TNA. La modificación de la fórmula de encajes —que pasó de promedios mensuales a exigencias diarias— terminó de oxidar las plomerías del sistema, forzando oscilaciones brutales en la liquidez.

Por simple arbitraje, los bancos salieron a vender bonos para hacerse de efectivo, hundiendo precios y disparando rendimientos. Lo que parecía un activo de bajo riesgo pasó a cotizar como “bono basura”, evocando la memoria de los activos colateralizados de la crisis subprime de 2008, según advierte el último informe semanal de EcoAnalytics + Symfonia.

Un mercado sin red

El Tesoro tampoco ayudó: mientras el mercado huía de la deuda en pesos, el Gobierno lanzó un “shock de oferta” de LECAPS para absorber liquidez. Resultado: sobreoferta en un mercado sin demanda. La frase que más se repite en las mesas financieras es contundente: “nadie le puso el pecho” a los bonos, ni siquiera el BCRA, que recién esta semana habría intervenido tímidamente para poner un piso a la caída.

La consecuencia fue demoledora: la tasa interna de retorno (TIR) de los títulos en pesos ronda el 70%, un nivel que hace imposible que el crédito privado compita. Como resumen lapidario de un trader: “¿Quién va a prestar al 35% a una empresa si un bono del Tesoro a 30 días paga el doble?”.

Tres caminos

La dinámica de corto plazo ya se trasladó al horizonte. El mercado percibe tres riesgos que pueden escalar la crisis:

Expectativas desancladas: como en diciembre de 2017, un cambio confuso en el régimen monetario genera incertidumbre extrema.

Fiscal en la cornisa: a estas tasas, el rollover de la deuda local deja de ser viable. Cada punto de tasa real implica 0,2% del PIB extra en intereses; mantener la curva actual supondría 2 puntos adicionales de déficit.

Salto cambiario: el mercado ya pricea devaluación del 40% anual. Los breakevens de FX superan la banda superior desde diciembre, anticipando que el techo cambiario caerá luego de las elecciones.

En palabras del analista Rosendo Fraga, “las crisis escalan por errores de cálculo”.

El costo real: recesión y desempleo

El EMAE-INDEC de junio confirmó lo que muchos intuían: la economía frenó en seco (+0,1% trimestral) y volvió a caer en junio (-0,7% mensual). El nivel de actividad está 0,6% por debajo de diciembre de 2024. El empleo también se retrajo, no solo en los conurbanos sino en el interior, que hasta hace unos meses resistía gracias al agro, la energía y la minería.

El crédito comercial cayó por primera vez en meses y el índice líder de la UTDT acumula tres lecturas negativas, con una probabilidad de recesión del 56%. La confianza del consumidor se desplomó un 13,9% en agosto, un dato que suele anticipar mal clima electoral.

Las ventas en shoppings y supermercados se amesetaron, las importaciones retroceden desde febrero y los precios mayoristas se aceleraron en julio (2,8%), con los bienes importados trepando 5,7% tras la suba del dólar. El traslado a la inflación minorista podría sentirse con fuerza en agosto.

El ancla fiscal, la última esperanza

Entre tantas señales rojas, el Gobierno encontró un alivio: el superávit primario acumulado de 1,1% del PIB en siete meses, cerca de la meta con el FMI. La poda de subsidios (-27%), prestaciones sociales (-11,7%) y salarios (-10%) permitió sostener el ancla fiscal. Sin embargo, el costo social y político de ese ajuste se siente en la calle y amenaza con pesar en las urnas.

Todo al 7 de septiembre

Con este telón de fondo, el oficialismo apuesta a que un triunfo electoral en la provincia de Buenos Aires el 7 de septiembre descomprima la incertidumbre y permita llegar con oxígeno a las presidenciales del 26 de octubre. Pero en el mientras tanto, la macroeconomía argentina está atrapada en un “mal equilibrio”: tasas prohibitivas, crédito paralizado, recesión en marcha y un mercado de deuda que amenaza con convertirse en la próxima bomba.

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